Vacaciones en la finca Astrida
La familia real belga veranea permanentemente desde hace unos 20 años en Astrida, una finca situada a unos 100 metros de la orilla de la playa de Poniente de Motril, junto a un campo de golf.El solar fue regalado a los monarcas por los dueños de una azucarera de la que eran copropietarios los condes de Agrela, con los que Fabiola de Bélgica está emparentada. La finca formaba parte de los terrenos que pertenecían a la fábrica de azúcar.
La casa real belga construyó posteriormente la vivienda de los monarcas. Los propietarios de la fábrica desmantelaron poco a poco las zonas de cultivo con la idea de construir una urbanización de lujo a la que pensaban atraer a la alta sociedad belga y española.
Sin embargo, la falta de servicios auxiliares en la zona -todavía en la actualidad el acceso a la finca se hace a través de una carretera pública sin asfaltar que limita con áreas polvorientas de cultivo- impidió que el proyecto cuajara, y los pisos tuvieron que ser malvendidos en lotes, a unos precios que oscilaron hace 20 años entre 700.000 y un millón de pesetas.
Pese a todo, Balduino y Fabiola se mostraron fieles a Astrida verano tras verano. En los primeros tiempos, el Rey de los belgas frecuentaba las calles y los establecimientos del centro de Motril, peto en una segunda etapa recortó su actividad social, y se recluía durante largos períodos en la vivienda, hasta el extremo de que sus llegadas a Motril pasaron en numerosas ocasiones desapercibidas. La estrecha relación con los motrileños se enfrió, pese a la cordialidad y sencillez de los monarcas.
El alcalde de la ciudad granadina, Miguel López Barranco, declaró ayer que Motril ha respetado la intimidad de Balduino y Fabiola, ya que "viajaban con el objetivo de descansar".
Sólo en cierto ocasión, López Barranco fue invitado a Astrida y fue el propio Rey quien le sirvió un refresco antes de conversar relajadamente sobre los problemas de la ciudad.
Escasas salidas
Este año, los reyes se limitaron a intercambiar un saludo afectuoso. Balduino, con todo, mantuvo los hábitos propios de las vacaciones hasta el mismo día en que le sobrevino la muerte.Los motrileños aceptaban encantados las cada vez menos frecuentes salidas de los reyes a la ciudad. La visita de Balduino y Fabiola, cada verano, se había convertido en una auténtica tradición estival.
Los cuidados de mantenimiento de los jardines de Astrida los prestaban operarios residentes en Motril. En cambio, la cocina y otros empleos domésticos delicados corrían a cargo de personal belga.
El día antes de se produjera la crisis cardiaca que costó la vida al Rey, éste paseó en bicicleta por las inmediaciones de su finca, y fue visto por varios vecinos de Motril. La playa colindante con Astrida se cerraba al público cuando iba a ser utilizada por sus huéspedes.
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