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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Zarzuela, zarzal, zarza... izas!

A lo que desde finales de junio se viene programando en el Centro ¿Cultural? de la Villa de Madrid, nuestros diligentes gobernantes y empresarios que lo organizan lo llaman zarzuela; y yo, ciudadano incauto, pero bien dispuesto, voy y les hago caso, y me animo a disfrutar del espectáculo..Haciendo un esfuerzo de imaginación, he de suponer que tanto el Ayuntamiento de Madrid como las compañías de empresarios han pretendido ofrecer un producto de calidad. Pero, señores, ustedes lo que han conseguido es un pálido reflejo de la realidad: salvo en contadas ocasiones (por cuestiones de reparto), lo que el Centro ¿Cultural? ha programado es una ¡chapuza! Y aclaro dos cosas: una, que lo de pálido reflejo lo digo en su acepción figurativa: poco impresionante, deslucido, oscuro; dos, que lo de chapuza lo digo en su doble significado: a) trabajo mal hecho o sucio, y b) trabajo de poca importancia que hace un obrero por su cuenta fuera de sus horas de jornal.

Si es normal que el público se ría cuando en Bohemios el padre de la soprano tiene la misma edad que su hija (cincuenta y ... ), si es normal que el público se irrite cuando en La tabernera del puerto el personaje de Abel (un niño de unos 12 años) es cantado por una señora que pasa de los cincuenta, si es normal que el público se mosquee con los apuros y el ahogo de algún que otro cantante... Si todo esto es normal, que venga el señor Álvarez del Manzano y lo vea.

¿Es que no hay voces jovenes y frescas? ¡Pues sí, las hay! No hay edad para ser aficionado o empresario, pero sí para conseguir unos buenos agudos, un fiato mínimo, un vibrato razonable; o simplemente para creerse lo que se está haciendo y así nos lo creamos todos.

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Y aquí no acaba la cosa. Vean, vean a qué extremos se llega en nuestro Centro ¿Cultural?: en una escena de Bohemios se simula tocar un piano, que a la vista de todos -incluso del público- resulta ser ¡una mesa.! Señores, seamos algo más serios: en un medio costumbrista como la zarzuela, esto no es un recurso escénico: ¡esto es una idiotez!

En cualquier expresión artística caben todo tipo de interpretaciones. Así pues, las habrá mejores, buenas, malas e incliaso insufribles. ¿Ante cuál nos hallamos? Juzguen ustedes mismos...

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