Indultado un Torrestrella de casta excepcional
Torrestrella / González, Litri, FinitoToros de Torrestrella, bien presentados aunque varios sospechosos de pitones, inválidos en general, encastados; 4o, bravo y de excepcional casta y nobleza, indultado. El ganadero y el mayoral dieron la vuelta al ruedo con el matador. Dámaso González: media perdiendo la muleta (oreja); simuló la suerte de matar pues el toro fue indultado (dos orejas simbólicas). Litri: bajonazo (aplausos y saludos); media atravesada baja, rueda ede peones y descabello (silencio). Finito de Córdoba: media (oreja); pinchazo -aviso-, otro pinchazo, estocada corta trasera contraria y descabello (aplausos). Plaza de Valencia, 28 de julio. Séptima corrida de feria. Dos tercios de entrada.
JOAQUíN VIDAL,
El cuarto toro, hierro Torrestrella, fue indultado. El cuarto toro era una maravilla de toro y fue indultado por plebiscito, en medio de un auténtico clamor, después de que hubiese repetido no se sabe si cien o doscientas embestidas, todas ellas al primer cite y desarrollando una casta excepcional. El toro Torrestrella indultado, marcado con el número 73, tenía por nombre Gitanito, pelo negro bragato, 485 kilos de peso, y aun siendo terciado y el más pequeño de la corrida, lucía el trapío que es propio de los toros de lidia en su edad adulta.
Lució la encastada nobleza de este toro para la historia el maestro Dámaso González. No se sirvió el maestro Dámaso Gom,,ález de la encastada nobleza del toro para cuajar una faena inolvidable -aunque, a fin de cuentas, la cuajó- sino que tuvo la generosidad torera de tomar las precisas distancias, hacer los cites, embarcar las einbestidas, ceñir los pases de forma que saliera triunfante de las suertes la fascinante bravura del toro.
Y, rematadas las tandas, allí en los medios se quedaba Gitanito, quieto como si se tratase de una escultura, las manitas juntas, cuadrado y engallado, pendiente del torero y siguiéndole con la mirada. Mas en cuanto el torero, gran maestro, se colocaba distante, frontero con el testuz, y adelantaba la muleta, el toro se arrancaba presto, alegre, fijo, se diría que fascinado por el engaño, y lo tomaba humillando hasta donde más no podía ser, de manera que en todo el recorrido semicircular del muletazo llevaba la cabezada abajo, el hocico barriendo la arena.
El público coreaba olés a cada pase, es natural, porque Dámaso González los daba muy buenos, además ligados, y esta plaza siempre se hace con los toreros de miel. Mas, de repente, se oyó un gran voz en los altos del tendido: "¡No lo mates!". Y a esa voz siguieron otras, cientos, miles de voces gritando "¡No lo mates, no lo mates, no lo mates!". Flamearon pañuelos hasta quedar convertido el graderío en un blanco mar; oleadas albas en demanda de un premio insólito que era, a su vez el homenaje popular al toro maravilloso, el triunfo total de la fiesta brava.
Unos minutos después el presidente mostraba sobre el tapiz del palco el pañuelo anatanjado y se consumaba el indulto, primero que se produce en una plaza de primera categoría, después de aquella famosa Corrida de la Prensa, en Las Ventas, donde se le perdonó la vida al bravo Belador, de Victorino Martín. Una larga ovación acompañó al toro cuando volvía a los corrales arropado por los cabestros. Al maestro Dámaso González le fueron concedidas las dos orejas simbólicas y dio una vuelta al ruedo clamorosa junto al ganadero, Álvaro Domecq, y el mayoral de la ganadería.
El toro había exhibido su calidad desde que. plantó la pezuña en el redondel. No tanto en la prueba del caballo, pues aunque tomó con estilo y recargando un fortísimo puyazo, en el siguiente se repuchó un poco. El tercero habría dado la medida exacta de su bravura; pero el presidente, que es un aficionado malísimo, según viene demostrando tarde a tarde y feria a feria, cambió el tercio. Por menos los han puesto a muchos cara a la pared.
Toda la corrida salió muy encastada aunque también inválida. Toreros buenos hacían falta para aprovechar aquellas calidades de toro. No fue el caso de Litri, que pegó mantazos desastrados, espantadizos e inconexos. Sí, en cambio, el de Dámaso González en sus dos turnos, y el de Finito de Córdoba, que estuvo muy mediocre en el sexto pero al tercero le hizo una faena por naturales.
Si no llega a producirse el indulto, esta habría sido la noticia de la feria. En una época en que los toreros no utilizan la izquierda ni para rascarse, Finito se echó a esa mano la muletilla torera y cuajó seis tandas de naturales templados y hondos, hasta cuajar un verdadero faenón. Cuántas emociones, ¿verdad?, para un impensado día de julio, con sol y moscas.
Babelia
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