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Los oficiales vuelven a su tierra

Pilar Bonet

Un cabo monta guardia en el puesto de control del Ministerio de Defensa de Ucrania, la antigua sede del distrito militar soviético de Kíev. Lleva el uniforme soviético, excepto dos detalles: los botones y las insignias con la hoz y el martillo han sido sustituidos por otros con el tridente, símbolo de las Fuerzas Armadas de Ucrania.El cabo pertenece al contingente de oficiales y suboficiales soviéticos de origen ucranio que han regresado a su tierra de origen. "Antes, estaba en Chitá [en la Siberia oriental rusa] y volví, porque de lo contrario, me hubiera quedado sin el piso de mi familia en Kíev", dice. "Si no hubiera sido por el piso, no habría vuelto, porque ganaba más en el Ejército ruso", señala el cabo.

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Los Estados resultantes de la desintegración de la URSS han firmado acuerdos que dan a los oficiales ex soviéticos facilidades para reciclarse como defensores de los nuevos países. Ucrania ha acogido ya a 20.000 oficiales, y otros 50.000 se encuentran en proceso de traslado, según afirma el general Bizhán.

Medios militares ucranios afirman, sin embargo, que el proceso de repatriación de oficiales ha tenido que frenarse, porque hay más candidatos que puestos disponibles y enormes problemas para alojar a la nueva élite militar. En Kíev hay 7.000 ofíciales sin piso, y, el ansia por ocupar los cargos más apetitosos ha generado, según analistas políticos locales, rivalidades que no siempre se resolvieron a favor de los candidatos más competentes.

Al suprimir la distinción entre "ciudadanía" y "nacionalidad", Ucrania garantizará el acceso indiscriminado a la Administración a los rusos étnicos, en tanto que "ciudadanos de Ucrania". Sin embargo, sectores nacionalistas radicales, que están representados en el Ejército, son favorables a dar prioridad a quienes tienen una procedencia étnica ucrania. De los 52 millones de habitantes del país, 11,5 millones son rusos, incluido el ministro de Defensa de la república, Konstantin Morózov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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