Delors logra que los Doce pacten el reparto de los fondos
La CE estuvo al borde de una enorme crisis durante una noche de peleas entre los países más pobres
No suele haber aplausos en los Consejos de Ministros de la Comunidad Europea. Ayer los hubo. Eran las 5.30, los rostros estaban demudados por el cansancio y por la barba incipiente. Después de una pelea colosal, de las que hacen historia, los Doce aprobaron por unanimidad los seis reglamentos que regulan los fondos estructurales de la Comunidad Europea. El presidente de la Comisión, Jacques Delors, mezclaba en su rostro el sufrimiento que le ocasiona su ciática y la satisfacción por el éxito conseguido de madrugada. Al fin había conseguido el milagro de los panes y los peces, consistente en repartir a gusto de todos un enorme paquete de ayudas por valor de 141.000 millones de ecus (unos 21,2 billones de pesetas).
El enorme pastel de los fondos estructurales de la CE constituye el programa de ayudas a las regiones menos desarrolladas, zonas en reconversión y lucha contra el paro más importante de toda la historia comunitaria. Ha sido comparado con el Plan Marshall y se extiende hasta el año 1999. Fue aprobado en sus líneas generales en el Consejo Europeo de Edimburgo de di ciembre pasado, con el objetivo de duplicar el esfuerzo de redistribución y solidaridad intracomunitaria realizado desde 1988 hasta 1993. Responde a una as piración genuinamente europeista, que quiere convertir el presupuesto de la CE en un instrumento de reequilibrio y no meramente en un sistema de subvención a una agricultura excedentaria y de lujo como es la europea. La batalla de los fondos en frentó, en una primera fase, a los países beneficiarios con los países contribuyentes netos de la CE. El resultado fue claramente positivo para los primeros, que obtuvieron el fondo de cohesión destinado directamente a ellos y la duplicación en cifras globales del conjunto de fondos estructurales. La cuenta final de la solidaridad intracomunitaria aprobada en Edimburgo hasta el año 2000, desde 1993, sube a 176.400 millones de ecus (26,4 billones de pesetas).
Una auténtica batalla
La cuenta de lo que se aprobó ayer de madrugada significa algo menos, pues no entra en ella el año 1993 el fondo de cohesión, que ya está funcionando. Se tra ta de la cifra reiterada de 141.000 millones de ecus (21,2 billones de pesetas), que se convierten en 161.000 (24,15 billones) si se añaden los fondos para el año en curso. Dentro de la cantidad que se jugaba ayer, los cuatro países más necesitados (España, Portugal, Grecia e Irlanda) obtuvieron en Edimburgo el blindaje de un gran pedazo del pastel, lo que significa unos 75.000 millones de ecus.Así fue como la batalla de los fondos ha enfrentado en una segunda fase a los pobres entre sí, en un espectáculo un tanto decepcionante para los europeístas creyentes, como es el caso de Delors, que entró en la sala del Consejo, a las diez de la noche, profiriendo maldiciones contra el "espíritu antieuropeísta" y la pérdida del "espíritu de familia" entre los Doce. La pelea no es para menos, dados los tiempos de recesión económica y la envergadura del botín, que puede representar en relación al PIB entre el mínimo de un 1,5%, en el caso español, y el máximo de un 5% en el caso irlandés.
La noche empezó con visos de catástrofe. Portugal había decidido bloquear la aprobación ante la tozudez irlandesa. Los pilotos de los aviones ministeriales recibieron permiso para descansar hasta media madrugada. Empezaban a entrar bocadillos aceitosos y latas de cervezas para apaciguar el hambre de los ministros y sus séquitos. Arriba, en la sala del Consejo, sólo quedaban los cuatro ministros de la cohesión. Abajo, en la sala de prensa, sólo quedaban también los periodistas de los cuatro países de marras.
A las cinco y media empezó a romperse la penumbra. Delors y Willy Claes, el ministro de Exteriores belga, que preside semestralmente el Consejo de la CE, comparecieron ante el puñado de macilentos periodistas de la cohesión para decirles que los seis reglamentos se habían aprobado por unanimidad y que nadie había hablado ni exigido cifras ante el Consejo de Ministros. El ministro español contaba "nuestras cifras" con tantos ceros como para marearse y aseguraba que desconocía en qué habían quedado los números de los otros países. "Váyanse a dormir, que hemos hecho un buen negocio".
Fuera refrescaba y todos, irlandeses, portugueses y griegos aseguraban que ellos también habían ganado.
Ojerosos, se dispersaban las huestes periodísticas como los discípulos de Jesús a orillas del lago de Tiberíades después del milagro famoso. Ellos no tenían calculadoras. Nosotros sí, y las cuentas siguen sin salir.
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