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Con Léo Ferré se extingue la estirpe francesa de los poetas cantantes libertarios

El legendario creador de 'Avec le temps' fue enterrado ayer en su Mónaco natal

Léo Ferré amaba las palabras y odiaba la autoridad. Era poeta y anarquista, si es que esas dos palabras no quieren decir la misma cosa. El creador de Avec le temps, esa maravillosa canción de cuna nihilista, fue enterrado ayer en el cementerio de Mónaco, la localidad donde nació hace 77 años. En la ceremonia, el negro no fue color de luto, sino una bandera enarbolada a favor de un improbable futuro libertario. Tuvo el detalle de morirse el 14 de julio, día en que los franceses celebran el aniversario de la toma de la Bastilla, acontecimiento que les convirtió en un pueblo libre.

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A Léo Ferré le entristecía que la palabra anarquía se identificase con caos y violencia. "La anarquía", repitió por enésima vez en septiembre de 1989, "da miedo, pero es algo extraordinario. La anarquía es amor y respeto al otro. Por eso es imposible".Intérprete de poetas, y poeta, cantante y compositor de cientos de canciones, Ferré murió el 14 de julio en su casa toscana de San Casciano, donde vivía desde hacía un par de décadas. Francia conoció ayer la noticia, casi en el mismo momento en que el cantante, que no tuvo ni dios ni amo, era enterrado en el cementerio de Mónaco. "No quiero muchedumbres ni discursos en mi entierro; sólo unos cuantos amigos que me digan 'te quiero", había dicho.

La ceremonia se desarrolló casi en la intimidad, con la presencia de la viuda del cantante, sus tres hijos y poca gente más. Todos recordaban que, en su canción A mon enterrement, Ferré dijo: "En mi entierro tendré un corazón de hierro. Quiero ver negro por todas partes, hasta hacerme saltar los ojos". El cantante sostuvo una obsesiva relación humorística con la muerte. En una ocasión, contó en mitad de un recital que un día su teléfono sonó, lo descolgó y una voz le dijo: "Soy la muerte, quería decirle que me gusta mucho lo que usted hace". Ferré respondió: "A mi también".

"Era encantador", dijo un joven músico italiano en el entierro. "Fue uno de los más grandes poetas del siglo XX", añadió una dama monegasca amiga suya. A estos testimonios se sumaron ayer numerosas personalidades de la vida política y cultural francesa. El presidente Mitterrand rindió homenaje al "espíritu de generosidad y resistencia" del cantante. Jack Lang, ex ministro de Cultura, declaró: "Ferré, inquebrantable espíritu adolescente, era la memoria viviente de nuestras revueltas".

Ferré nació el 24 de agosto de 1916 en Mónaco. Paradójicamente, el futuro autor de Ni Dieu ni maître comenzó su educación musical como soprano solista de la catedral del principado. A los 11 años compuso su primera melodía sobre el poema Soleil couchant, de Paul Verlaine. Hizo el bachillerato en Roma y estudió derecho en París. La II Guerra Mundial le obligó a regresar a Mónaco.

Edith Piaf le explicó, en 1945, que si quería labrarse una carrera de cantante tenía que irse a París. En 1947 Ferré debutó en Le Boeuf sur le Toit, desde donde se trasladó a Le Quod Libet, un cabaré de un amigo; y empezó a grabar temas que fustigaban el franquismo y la actitud del Papa en la II Guerra Mundial o que tomaban el pulso del París real. La comisión de la Radiotelevisión Francesa censuró su Paris canaille por "inoportuna cuando Francia lanza una campaña turística".

El éxito no le sonrió pronto. Pasó años de grandes penurias: "Todas las mañanas me levantaba diciéndome: "¿Cómo voy a pagar hoy mis cigarrillos?". Un día tuve dinero para comprar un cartón. Era rico". Pero su obra adquirió una enorme dimensión y comenzó a ser admirada incluso por los que condenaban su espíritu anarquista.

Imitar lo inimitable

Utilizando la música clásica, el musette francés, el jazz o cualquier filón musical que se le pusiera a tiro, Ferré desarrolló un estilo inimitable y, sin embargo, 1.000 veces imitado. Intérprete de poetas -Villon, Verlaine, Rimbaud, Baudelaire, Aragon-, Ferré escribió cientos de temas propios. Era de la estirpe de los Charles Trenet, Georges Brassens, Jacques Brel e Yves Montand. Dijo una vez: "No creo que la canción sea un género menor; se pueden decir cosas muy importantes con una canción".Desde hacía 20 años vivía en Toscana. No estaba jubilado, un poeta nunca lo está. Componía óperas, dirigía una orquesta y seguía dando recitales. Vestido de negro, con la muselina blanca de lo que quedaba de cabellera aureolando su rostro, seguía predicando la tormenta contra la injusticia, la ternura con los seres humanos y la belleza y la inteligencia del verbo.

Una de sus grandes satisfacciones fue conseguir que poetas como Rimbaud "entren a través de la música en los oídos populares". Otra, haber apoyado la causa ácrata. Un tercer aspecto que reivindicó siempre fue que sus contratos tuviesen una cláusula que especificaba que las entradas no superasen un determinado precio. Su desaparición nos deja aún más solos frente al ascenso de los totalitarismos.

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