El ensueño de una noche de verano
En su tercer día, el Festival de Jazz de Vitoria elevó el listón hasta lo más alto con tres conciertos de nivel excepcional que superaron todas las expectativas, incluso, a los que, ante el anuncio de los participantes, ya esperaban mucho.Por la tarde, en el ciclo del siglo XXI, el trompetista Tom Harrell rizó el rizo de su sensibilidad penetrante acompañado por un grupo de gran calidad, dirigido por el guitarrista austriaco Wolfgang Muthspiel. Harrell es capaz de improvisar con fuerza sobre cualquier tempo, pero es en las baladas cuando su sonoridad quejosa y contenida cobra mayor envergadura y su habitual contención se desborda en una cascada de ideas. Una balada de Kurt Weill en dúo con Muthspiel valió ya por todo un día de festival. Muthspiel es un brillante guitarrista que ha sabido aunar muchas influencias y dosificarlas con gran habilidad.
Wolfgang Muthspiel, Tom Harrell, Abbey Lincoln y Slide Hampton
Wolfgang Muthspiel Grou con Tom Harrell. Aula de Cultura. Áraba. Abbey Lincoln Quartet y Slide Hampton and the Jazz Masters. Polideportivo Mendizorroza. Vitoria, 15 de julio
Por la noche uno de esos nombres misteriosos de la historia del jazz vocal pisó el escenario alavés. Abbey Lincoln mostró su enorme y desconcertante personalidad en inmejorable compañía, un trío que ya por sí solo podría haber llenado el concierto: el pianista Rodney Kendrick, el soberbio contrabajista Mark Helias y el elegante y efectivo batería Victor Lewis. Lincoln comenzó fría y distante, la voz se le rompió en un par de ocasiones, parecía que los años no habían perdonado pero de repente, como por arte de magia, un Blue Monk en dúo con su pianista le dio la vuelta a la noche. A partir de ahí Lincoln fue la voz maleable que destila fuerza y pasión en cada frase. Media hora a recordar, que concluyó con un Mearless of you de auténtico estremecimiento.
Casi el mismo estremecimiento produjo la entrada de la big band de Slide Hampton. Uno de esos sonidos compactos y poderosos que lo arrasan todo a su paso. Hay que buscar bastante en el recuerdo para encontrar una orquesta con una sonoridad similar. Hampton ha conseguido lo que parecía imposible: reunir para la ocasión 14 solistas incontestables y hacerlos sonar como una big band disciplinada con muchos años de rodaje.
Tomando sólo temas del recientemente fallecido Dizzy Gillespie, Hampton ha creado un programa de fuerza exuberante en el que el be bob recobra ese toque latino que tanto le gustaba a Diz. Lástima que esto sea sólo el ensueño de una noche de verano y que dentro de poco estos músicos volverán a dirigir sus propias bandas. Recuperaremos 10 o 12 grupos excepcionales, pero habremos perdido una de las mejores orquestas de jazz que han sonado por Europa en las últimas décadas.
Paquito d'Rivera y Jon Faddis fueron los invitados de excepción de la noche, invitados de gran categoría que se empeñaron en demostrar. Faddis, el que fuera protegido de Gillespie, pudo con todos los otros trompetistas en un duelo cargado de buen humor y mala leche. Paquito lo tuvo más dificil con Antonio Hart mientras que David Sánchez demostró que puede ir mucho más lejos que todos sus colegas. Puestos a destacar actuaciones solistas no sería lógico olvidar a Steve Turre, demasiado contenido esa noche, al incendiario Mario Rivera o al espléndido pianista Danilo Pérez.
Dizzy debe sonreír desde algún punto lejano del cielo o del infierno. Su música sigue sonando con la fuerza con la que él la imaginó. Aunque su ausencia aún se nota demasiado, el futuro está muy bien asegurado.
Babelia
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