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A Ojos de la policía los ladrones son unos buenos chicos

La obstinación permitio recuperar el coche sin pagar el rescate de 400.000 pesetas exigido

Alfonso Armada

La búsqueda del coche que el lunes nos robaron en Vitez los milicianos croatas Ferdo y Borko nos permitió descubrir el miércoles que el automóvil estaba entre Plinio y Sam Spade. El periplo bajo la lluvia nos llevó por caminos embarrados, a un lado y otro del Lasva, y a Novi Travnik, donde una mujer confesó haber visto el vehículo. Escudriñamos en jardines y garajes. Pero todo fue inútil. Pasó el día en blanco, entre lluvia, estruendos de artillería y cafés en las casas de los vecinos. A las siete volvimos a la comisaría de Nova Bila. Los agentes no sabían nada. Lo que sí sabían es que Ferdo y Borko eran "buenos chicos".El comisario triste y taciturno, el de Nova Bila, asomado a la ventana de su vivienda, saludó afectuoso. Compartió su perplejidad por la falta de noticias y prometió que veríamos a Yellow, el mafioso local. Volvimos a la primera de las comisarías. El jefecillo parecía contento: "Mafiana tendrán su coche. Hay un 90% de posibilidades".

El jueves ya no llovía, pero el frío se había quedado entre las colinas del Lasva. En la comisaría de Nova Bila se rieron al vernos. Pero no había rastro de Yellow. Como siempre, estaba "en la batalla, en primera línea". Insistieron en que el caso pertenecía a la jurisdicción de Vitez, que ellos no podían hacer nada. Pero ya no estábamos dispuestos a servir de pelota de trapo a una pandilla de policías corruptos y atemorizados. Exigimos ver a Yellow, a los ladrones o a quien fuera. Se acabaron las risas.

Volvieron a marcharse el comisario y el investigador criminal, y regresaron con dos jóvenes. Acerca de uno de ellos no nos quedó duda. Era uno de los asaltantes. Del segundo tuvimos dudas, que empezaron a desvanecerse en cuanto, sentado en un jergón, empezó a juguetear con el gatillo de su kaláshnikov. El comisario se encargó de precisar, que aquellos muchachos eran combatientes. Se nos ocurrió preguntar desde cuándo estaban combatiendo. El interpelados abalanzó en tromba y me arreo un bofetón.

Presentamos una denuncia poniendo a todos los policías por testigos. El destacamento de cascos azules británicos empezó a mostrar preocupación a partir de la segunda agresión. Protestó contundentemente ante la oficina de prensa del Consejo de Defensa Croata (HVO), exigió que el coche fuera devuelto de inmediato y nos sugirió que nos mudáramos de residencia. Los asaltantes sabían dónde vivíamos. A media mañana se presentó en la oficina de prensa de los británicos una delegación de la comisaría de Nova Bila. El precio para recuperarlo: 400.000 pesetas en marcos alemanes. "No hay trato", respondimos.

La noche del viernes había caído con su habitual espesura sobre Vitez. Un manto de alquitrán. Dos muchachos demasiado nerviosos llamaron a la puerta del centro de prensa británico. Venían de parte del HVO. Si queríamos, recuperarlo debíamos acudir de inmediato a Nova Bila. Tanto a Peter Bullock, el capitán del centro de prensa, como a nosotros, nos escamó tanta premura. Sin escolta no iríamos. Accedieron a traerlo.

En cuanto desaparecieron, el capitán Peter Bullock preparó el operativo. Los soldados se pusieron los chalecos antibala y el casco. Parecía una película. El soldado de guardia dio la alerta. Nuestro coche llegaba escoltado por un vehículo policial y el del HVO. Salieron los cascos azules. Al cabo de unos minutos, nos llamaron.

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Con una linterna de bolsillo examinamos el vehículo. Del exterior habían desaparecido las placas de Udine y las iniciales TV, trazadas con cinta aislante a los costados y en el capó. Del interior faltaban una cámara, dos objetivos, una calculadora, tres bidones de gasolina y el tabaco para ganarse el favor de los puestos de control. El depósito de gasolina estaba casi vacío. En el maletero, dos botas de un miliciano croata, olvidadas, parecían un chiste que no entendimos. Una mano que salió de las sombras nos dio la llave, la intérprete masculló una sentida disculpa y la noche los devoró a todos.

El sábado abandonamos el lugar con una escolta blindada británica hasta el cuartel de los soldados españoles en Medujgorje, camino de Mostar y Split para volar desde allí a Sarajevo. Nunca olvidaremos Vitez.

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