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El misionero español que regresó del infierno

El pillaje causa más estragos en la ciudad angoleña de Huambo que la guerra civil

La guerra de Angola terminó ayer para el vallisoletano Luis Ángel Arranz, de la congregación de los sacerdotes operarios diocesanos, con su llegada a Lisboa con el tercer grupo de extranjeros repatriados por la Cruz Roja Internacional. Desde la capital portuguesa viajó por la tarde a Madrid.Unos 350'extranjeros, en su mayoría portugueses, han podido salir de la ciudad que fue conquistada por Jonas Savimbi, el líder de la guerrilla de la UNITA, que no aceptó, el resultado adverso de las elecciones celebradas en septiembre bajo control de la ONU.

La operación de evacuación de Arranz y los demás extranjeros ha sido el resultado de las presiones ejercidas por la comunidad internacional, y especialmente los Gobiernos de EE UU y Portugal. Queda por resolver el caso de cerca de 150 ciudadanos de Cabo Verde y Santo Tomé, que los rebeldes no quieren liberar sin negociaciones directas con los Gobiernos de sus países. En Huambo permanecen voluntariamente tres misioneros y tres monjas españolas.

El padre Luis Arranz dice que su partida fue decidida porque "su misión acabó". Había llegado a Angola en septiembre pasado, después de haber residido tres años en el vecino Zaire, para ser profesor del seminario mayor de Cristo Rey, en Huambo. Pero la guerra empezó el 9 de enero y el seminario, ahora, se encuentra totalmente destruido. "El claustro de profesores decidió cerrar y no sabemos cuándo se reanudarán los cursos".

La guerra ha sido terrible, cuenta el religioso español.. De los 170 asistentes al seminario, uno murió el primer día de los combates, cuando un obús cayó sobre el techo de la sede. "Lo peor ha venido después, con las bandas de saqueadores y ladrones que entraron en la ciudad siguiendo los pasos de las tropas de Savimbi".

Arranz asegura que Huambo, que fue la segunda ciudad de Angola, es hoy "un campo militar, la segunda Jamba". Jamba es el el nombre del cuartel general, situado en la misma región, que la UNITA tuvo durante los 15 años de guerra con tra el Gobierno de Luanda que precedieron a los acuerdos de paz firmados en el marco, de un plan de paz de la ONU, hace dos años, en Portugal.

Arranz ayudó, junto, con los demás religiosos, a limpiar la ciudad, enterrar a los muertos y rehabilitar el hospital de Huambo, pero confiesa no tener idea "de los que murieron bajo los tiros de unos u otros beligerantes ni de los que siguen muriendo de enfermedad o a manos de los delincuentes".

Según afirma, no hay hambre en Huambo porque se trata de una región agrícola rica y los mercados están abastecidos de maíz y hortalizas. Pero mientras las tropas gubernamentales aseguran estar preparando la contraofensiva. para recuperar la ciudad, faltan otros alimentos imprescindibles, como, por ejemplo, la sal, cuya carencia es particularmente peligrosa para niños y ancianos, muy vulnerables a la deshidratación. "De día, la ciudad es bastante tranquila", explica Arranz al concluir: "Pero en Huambo la noche es de los ladrones".

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