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Entrevista:

"Los espías distorsionamos nuestra propia mente

"No bastan los sistemas electrónicos: el espía humano es todavía indispensable"John le Carré'

Texto: Pregunta. Si fuera el director de la CIA, ¿qué prioridades establecería para la próxima década?Respuesta. Una verdadera relación con los principales servicios de espionaje en funcionamiento, para compartir objetivos como el terrorismo y las armas nucleares que hemos estado desperdigando en Ucrania. En caso de que algunos peligrosos movimientos nacionalistas consigan armas nucleares, creo que debería haber un trabajo conjunto de los servicios de espionaje controlado por la ONU.

P. ¿No se opondrán los países a compartir la información de sus servicios de espionaje con la ONU?

R. Esas barreras tienen que ser abatidas. Pertenecen a la guerra fría. Claro está que todos los servicios de espionaje intentan conservar su naturaleza mística. Lo primero que hacen los norteamericanos cuando consiguen un documento interesante de Israel es preparar su edición, titularlo de forma diferente, Iponerle todo tipo de sellos y almacenarlo. Esta es una de las razones por la que los informes de los servicios de espionaje están frecuentemente distorsionados: la rnisma fuente puede tener una serie numerosa de documentos parecidos de diferentes servicios secretos de espionaje. Por ejemplo, los israelíes preparan un documento para pasárselo a un contacto estadounidense. También están preparados para entregar otra versión a los franceses. Los franceses lo reciben e inmediatamente añaden ciertos datos que serviran como información económica a los sirios. Interviene la Agencia Nacional de Seguridad, intercepta el envío de Francia a Damasco, y entonces se consigue la confirmación del servicio secreto que ya lo ha conseguido de la mísma fuente. La misma prueba ha sido confeccionada de tres formas diferentes, pero en realidad tiene su origen en la misma fuente.

P. Se están volviendo a poner de moda los espías humanos. ¿Son más efectivos que los satélites, por ejemplo, en Sornalia?

R. Para que sea efectivo un satélite en Somalia antes hay que enrolar a alguien que esté allí. Hay que trabajar con intermediarios conocidos y mantener una gran variedad de contactos. Con satélites no se consigue contactar con ningun otro servicio secreto.

P. Un gran fracaso de los servicios de espionaje en la guerra fría fue la infravaloración de la capacidad de la URSS. ¿Por qué ocurrió?

R. Creo que fue un fallo del sentido común. La magnitud de la cobertura informativa era tan amplia que se perdió el tiempo contando las vacas dos veces: cuando hay exceso de datos es muy fácil equivocar -las cuentas. Y cuando falla el sentido común todo es absurdo en sí mismo, por la estupidez que comporta. -Cualquier buen periodista que viviera en Moscú en los últimos años de Breznev sabía que ya no funcionaba nada allí.

P. ¿Hay algo inherente al espionaje que impide a los espías tener una visión global de la situación?

R. No, no lo hay. Si se vive en secreto, se piensa en secreto. Es el tipo de vida que se lleva como agente de un servicio secreto en un despacho secreto lo que impide que soplen los vientos del sentido común. Hay que esforzarse constantemente por relacionarse con el enemigo en términos intelectuales, de confrontación y conspiratorios. Es absolutamente necesario para la mentalidad del agente secreto pensar lo que piensa el adversario con la peor interpretación de su pensamiento.

P. ¿La obsesión por el secreto pedudicó a nuestros Gobiernos?

R. Eso es exactamente lo que pasó. Nos atrincheramos en el anticomunismo de una forma que en mi opinión fue catastrófica. Distorsionamos nuestra mente.

P. Catastrófica es una palabra fuerte.

R. Es dura. El trauma de la posguerra fría, que imputamos a la antigua Unión Soviética, aunque menos dramáticamente y con menos miedo, tal vez está también en nosotros. Hemos alejado de nosotros un sistema de prioridades intelectuales que nos ha dejado por el momento mudos y sin norte en nuestro pensamiento colectivo. Hemos derrochado la paz que habíamos conquistado con la guerra fría. El error fue creer que en la guerra fría llevábamos a cabo una cruzada y que teníamos la razón incluso cuando estábamos equivocados.

Creo que no ha habido nunca una época en la que se haya necesitado la retórica con tanta fuerza, en la que se haya necesitado tanto un nuevo sueño romántico. Veo ahora, y espero que sea sólo un momento interpuesto en nuestra historia mundial, una época de fracaso moral absoluto para el Este, hasta que no consiga ver el papel que debe jugar en el futuro. Ya que hemos contribuido a romper las cadenas del comunismo, creo que tenemos que estar preparados para recoger los pedazos y responder a la amenaza de las guerras.

P. ¿Fue el espionaje de la guerra fría positivo o contraproducente?

R. Si tengo que responder de forma contundente, diría que fue contraproducente. Pero si hubiéramos sido ángeles y sagaces, nos hubiéramos dado cuenta de que era mejor utilizar nuestros recursos demostrándonos a nosotros mismos que éramos constitucionalmente impecables y no preocuparnos tanto de unos pocos traidores y de los aún menos espías que nos colaban. Lo que el espionaje parece ahora es lo que ha sido siempre: un espectáculo de variedades que se convierte en espectáculo teatral de primera categoría De lo que me arrepiento es de haber contribuido al núto de la eficacia de los servicios secretos. Cuando escribí El espía que surgió del frío, el jefe de la operación del Servicio Secreto de Inteligencia observó que el protagonista de lartovela era el único agente doble que había funcionado. La creación de este mito contribuyó a la innata y corrosiva autopercepción de que estábamos en el centro de nuestra ruina.

P. Usted trabajó en los servicios de espionaje británicos de joven. ¿Qué piensa de esos años ahora?

R. Me contrataron cuando estaba casi en pañales. Mis verdaderos años de formación, los años en los que debería haber tenido líos amorosos, trabajar en muchos trabajos, saber lo que podía Regar a ser, fueron absorbidos por el espionaje. Los comportamientos, las percepciones que entonces tenía, eran muy positivas o muy negativas: era brillante, un idiota comple-. to. Entré con el espíritu de John Buchan y salí con el espíritu de Kafka.

P. ¿Hubo algún episodio que cambiara su punto de vista sobre el espionaje?

R. Recuerdo un episodio en el que me vi obligado a interrogar a un oficial británico sobre su presunta implicación en un círculo de espionaje, y él me mintió descaradamente. Hice un informe muy razonado a mis superiores y unos meses más tarde descubrí sorprendido que ese hombre había sido ascendido. Investigué el caso y entonces estaba muy preocupado, por lo que empecé a investigar. Me llamaron y me pidieron que me olvidara del asunto. Unos años más tarde me di cuenta de que aquel tipo era nuestro hombre, nuestro informador, en el seno del círculo donde yo le detecté. Yo era en realidad una parte sin importancia de su historia secreta. Lo único que ellos querían es que yo aparcara la historia para que él pudiera seguir su vida nuevamente.

P. ¿Son los espías honrados agentes de los servicios secretos y no se desvían de sus objetivos?

R. Lo que hemos visto una y otra vez, cuando ha ocurrido un Watergate u otro asunto de esos, es una mezcla curiosa que incluye verdaderos fanáticos que creen que pueden arreglar las insuficiencias del sistema democrático haciendo cosas poco legales. Se creen héroes. Entonces se ve que los inadaptados totales necesitan refugiarse en despachos secretos y que se salvan gracias al secreto. Son hombres agitados, sobreestimulados y con problemas de insorrinio, lo que junto con todos esos juguetes del superespionaje y helicópteros y licencias especiales, producen comportamientos irracionales. Pero todos, cuando empezaron, eran gente normal, como ustedes o yo. Noél Annan, que estuvo en los servicios secretos británicos durante años, dijo que a nadie se le debería permitir trabajar en esto más de tres años y que una forma de conseguir que un servicio secreto funcione de manera normal es que lo haga totalmente con trabajadores temporales.

P. Cuando terminó la guerra fría, ¿sintió nostalgia?

R. No, pero me perturbó el hecho de que los fantasmas hubieran desaparecido definitivamente. ¿No habría nunca más nada de todo aquello? Quizá fue todo un tiempo perdido. Quizá me habría sido más útil dirigir un club para jóvenes. Tenía una especie de vida subyacente en mi cabeza, en la que trataba de conservar la visión de los acontecimientos desde el punto de vista de un espía. Nunca fui un verdadero fantasma. Yo era un escritor que se dedicaba al espionaje, más que un¡ espía que se dedicaba a escribir.

P. Le hizo feliz...

R. Me emocionó. Parte de mi indignación actual se debe a que quiero que el mundo mejore. Creo que los norteamericanos tienen la energía y el derecho de dirigir una cruzada altruista. Creo que es completamente incorrecto desde el punto de vista político sugerirlo, pero se está iniciando un nuevo periodo de colonialismo blanco altruista.

P. Jax Americana Moralistica?

R. Sí, algo así, aunque no crea que deba ser tan grave como tememos. No veo a los norteamericanos transportando policías armados en el mundo para mantener el orden. Creo que es más la forma con la que hacen sentir su peso político en la arena mundial, y la fonna con la que demuestran su indignación hacia los comportamientos fiagrantemente incorrectos allí donde pueden ser frenados.

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