Los misiles y el pincel
A la pintora iraquí Layla al Attar seguramente le habría sorprendido saber que un día un parlamentario británico de oposición iba a rendirle breve homenaje póstumo. Uno de los misiles norteamericanos que cayeron sobre un barrio residencial de Bagdad el pasado sábado mató a Layla, a su marido y cuatro civiles más.Para los iraquíes, la desaparición de Layla al Attar fue mucho más que un lamentable accidente de guerra. Fue el brutal y prematuro fin de una artista cuya obra es poco conocida en Occidente, pero a la que el mundo árabe le otorgó con admiración y afecto una talla legendaria.
Uyla al Attar, una exuberante trigueña de 49 años y ojos avellanados, era uno de esos personajes que daba un enérgico e íntimo sentido a su obra. En su caso, a los lienzos abstractos. Layla era también un enigma.
Un documental filmado en 1981 capturó la sencillez de su vida diaria en Bagdad. Sus caminatas por la calle de Al Rashid, sus andanzas por el zoco, su contacto con gente de la calle, cuyas historias inspiraban su obra. Un compatriota que vivía en el citerior le preguntó una vez por qué no dejaba el Irak de Sadam Husein, al menos temporalmente, para ver otras cosas. ¿Y el arte a quién se lo dejamos?", repuso. "¿A la policía?".
Layla al Attar se quedó en Bagdad. El domingo fue enterrada junto a su marido, Abduljalik Juweiden. El misil que los mató el sábado destruyó su vivienda provisional. Layla y su marido estaban reparando su auténtica casa, que también había sido devastada por los bombardeos de 1991.
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