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LA NUEVA LEGISLATURA

Pujol no quiere ser Cambo

El líder de Convergència sabe que si entra en el Gobierno de España, debe cambiar su discurso en Cataluña

Enric Company

"Somos los regionalistas catalanes un caso único en la flora política española, quizás en la flora política de Europa ( ... ). Nosotros somos un grupo de hombres de gobiemo, que hemos nacido para gobernar, que nos hemos preparado para gobernar, que en la esfera de acción donde hemos gobemado hemos demostrado aptitudes para gobernar, y, no obstante, señores diputados, estamos condenados a ser hombres de oposición". Eso era en 1916. Y quien así se lamentaba desde la tribuna del Congreso de los Diputados era Francesc Cambó, el dirigente político de la burguesía catalana.Aquel grupo de catalanes se encontraba ante la imposibilidad de llevar a la práctica desde el Gobierno la idea de España que acompañaba a su idea de Cataluña. Se lo impedía la desconfianza que provocaba su procedencia excéntrica. Y que, en el contexto general español de principios de siglo, aquella derecha catalana era una fuerza relativamente progresista. Tenía una idea de la modernización y regeneración de España que chocaba con el conservadurismo español entonces dominante.

En la política española de las dos últimas décadas se confunde a veces el nacionalismo catalán dirigido por Jordi Pujol con una continuación de aquella burguesía catalana agrupada en la Lliga Regionalista en tomo a Cambó. La política de Cambó se orientó directamente a dirigir los asuntos de España desde su condición de catalanista. La de Pujol es otra cosa.

La burguesía catalanista de la Lliga ya no existe. El cambonismo, tampoco. Y Convergéncia i Unió (CiU) es sólo, como Jordi Pujol se ha cuidado de recordar estos días en los jardines del palacio de la Moncloa, un partido nacionalista. Y no otra cosa. No es por azar que a la hora de definir el ideario de este partido se haya acuñado en Cataluña el término pujolismo. El pujolismo es un populismo interclasista, de raíz católica, que subraya su gusto por la moderación y su rostro humano. Con él se siente identificada la clase media y clase media baja, pero atrae también a trabajadores, sobre todo empleados del sector servicios.

En las elecciones autonómicas cuenta además con el voto de la gran derecha y los sectores empresariales. Ante la debilidad del Partido Popular (PP), esas derechas le han votado desde 1980 como única opción capaz de evitar que la izquierda alcanzara el Gobierno de la Generalitat. Aunque es bastante menos conservador que el PP.

El objetivo principal del pujolismo no es llevar a cabo una determinada idea de España. Es mucho más humilde. Su objetivo es estar en el Gobierno de la Generalitat. Y en esto es, además absolutamente sincero. Jamás ha engañado a nadie. Pretende también, claro está, influir en el Gobierno de España. Pero sólo porque deéste dependen muchas cosas decisivas para Cataluña y porque Pujol es perfectamente consciente de que si las cosas van mal en España, no podrán ir bien en Cataluña. No hay nada más.

La dirección de CiU no es en absoluto equiparable al grupo de hombres de que hablaba Cambó. No se trata de ninguna manera de un grupo que se considere preparado para gobernar España, quiera hacerlo y esté condenado a quedarse en la oposición. Al revés: los pujolistas se están. quedando ahora a las puertas del Gobierno y la mayoría de ellos rebosan satisfacción por este paradójico éxito.

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Élite política

Cambó se refería en su lamento a una élite política específica. Pero por extensión hablaba de toda una clase social que estaba tras ella: la de los industriales catalanes que tan mala fama tenían en el resto de España y entre los trabajadores de Cataluña. Querían estructurar España de una manera moderna, en línea con los países industriales de la época, porque Cataluña tenía una estructura económica más similar a la de éstos que a la del resto de España.

Aquella élite y aquella clase contaban en la Cataluña de principios de siglo, no obstante, con unos apoyos que sobrepasaban los límites de la. propia burguesía. Fue un influjo tan fuerte que incluso ahora, casi un siglo después y tras dos dictaduras militares, una guerra civil con revolución social en Cataluña y 15 años de democracia-, hay muchas familias de la derecha catalana en las que todavía se recuerda y añora a Cambó. Y en amplios círculos de opinión de toda España se tiende aún a confundir catalanismo con burguesía catalana. En Cataluña mucha gente desea un nuevo Cambó. La última vez que Pujol se dejó tentar por esta opción fue en 1986, cuando impulsó con Miquel Roca la operación reformista. El desastre electoral le alejó de este modelo. Pujol lo interpretó como rechazo a lo catalán.

A pesar de todo, Roca ha mantenido viva en Convergo1ncia esa tendencia, aunque en minoría. Lleva años hablando de la política española en términos que recuerdan a Cambó. Apuesta por una vía- intervencionista, que ahora llevan a su partido al Gobierno. En el fondo de su idea está el convencimiento de que el aliado para modernizar la España actual es el PSOE. Pero sabe perfectamente que la realidad de su partido no se lo permite. CiU es una fuerza creada por Pujol según su personal idea de Cataluña, no según una idea de España.

Una fuerza soldada por fidelidades internas a lo largo de 13 años de presidir la Generalitat. Y pendiente de satisfacer a un fragmento del electorado catalán que piensa, desde siempre, que el Gobierno de España, incluso el propio Estado, es algo que no le compete, o le compete sólo indirectamente, cuando no es el enemigo que le esquilma.

No hay, ahí, espacio para el cambonismo. La idea de que los votos de los catalanes tienen que servir para que sus destinatarios lleguen al Gobierno de España está hoy en otros partidos. Singularmente el socialista. Y puede que, de ahora en adelante, también en el PP.

Porque el deseo de un cambonismo agita estas semanas a importantes núcleos empresariales y económicos catalanes. De manera que la necesidad bien pudiera acabar creando el órgano. Que sólo será CiU si Pujol quiere. Pujol sabe, y tiene toda la razón, que si su partido entra en el Gobierno de España, deberá sustituir su discurso estratégico en Cataluña. Cambiar. Convertirse en otra cosa. No podrá continuar señalando al Gobierno como al adversario de Cataluña.

Podría cambiar, sin duda. Se trata de un líder con una enorme capacidad de seducción y conexíón con su base social. Pero no está nada claro que necesite hacerlo. Él cree que, al fin y al cabo, la experiencia de Cambó terminó en fracaso. Llegó al Gobierno de España a base de comprometerse con el conservadurismo español, pero entonces perdió pie y popularidad en Cataluña. Terrible antecedente. A diferencia de Cambó, la opción de Pujol no es la de estar en el Gobierno de España, sino la de influir en él para defender lo que a su juicio son los intereses de Cataluña. La de constituir un lobby catalán en Madrid Cuanto más fuerte mejor, por supuesto. Esto es pujolismo.

Que no quiera aliarse en un Gobierno con el PSOE no es ninguna sorpresa inimaginable para quienes conocen a Pujol. La sorpresa sería que, algún día, entrara en un Gobierno de coalición con el PP, pese a sus coincidencias ideológicas. Porque, en el fondo, el problema para el pujolismo no es que el aliado sea el PSOE o el PP, sino que el marco de la alianza sea el Gobierno de España.

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