Becas y suspensos
ALREDEDOR DE 750.000 alumnos se beneficiarán de becas de estudio durante el próximo curso de acuerdo con la convocatoria, que acaba de hacerse pública. Unos 75.000 millones de pesetas se invertirán en su financiación, 6.200 millones más que el año anterior. Ese crecimiento, aun siendo considerable -equivale al total destinado a tal fin en los presupuestos de 1983, por ejemplo-, es menor que el registrado en los cursos precedentes. El criterio de aplicar medidas de austeridad al gasto en enseñanza en periodos de crisis es bastante discutible. Los economistas, en general, están hoy de acuerdo en considerar a la inversión en educación la única cuyos efectos en la productividad son indudables. La reforma del sistema educativo puesta en marcha en las anteriores legislaturas, y especialmente la de la formación profesional, sigue siendo una prioridad.Por otra parte, los requisitos académicos para poder acceder a una beca a partir del segundo curso de carrera requieren alguna reflexión. Los estudiantes de las escuelas universitarias y los de todas las facultades tradicionales (Humanidades, Derecho, Medicina, etcétera) deben acreditar haber superado el curso anterior con una calificación media de 5 y se les tolera arrastrar una asignatura como máximo. Sin embargo, los alumnos de ingenierías técnicas superiores y facultades de informática y los de las escuelas universitarias de arquitectura, informática e ingenierías técnicas, pueden solicitar la beca con una nota media de 4 y hasta tres asignaturas pendientes.
Conviene subrayar, con todo, la importancia de que existan criterios académicos para la concesión de becas. Los estudios universitarios son financiados en más de un 80% por los Presupuestos Generales del Estado, es decir, por los impuestos de todos los españoles, y suponen una ventaja de futuro para quienes los siguen. Dar esa oportunidad a determinados estudiantes debe implicar, en justa correspondencia, un esfuerzo mínimo por su parte.
La explicación oficial de este trato diferente es que unos estudios tienen más dificultades que otros. Algunos, especialmente los de ingeniería y arquitectura, son extremadamente más difíciles. Planteadas así las cosas, poco puede objetarse al realismo de establecer una relación inversamente proporcional entre dificultad académica y requisitos para obtener la beca. Sin embargo, lo que la estadística demuestra no es que unos estudios sean más dificiles que otros sino que en determinadas carreras hay más suspensos que en otras. Más precisamente: que en algunas carreras hay más costumbre de suspender. Intentar afinar, por otra parte, con otro tipo de criterios conduciría probablemente a un resultado tan complicado como discutible; por ello este tipo de diferenciaciones resultará siempre problemático.
Los estudiantes son con frecuencia víctimas de ese prurito absurdo de algunos docentes que tienen a gala ser los campeones del suspenso, responsables de que determinadas asignaturas de la mayor parte de las carreras técnicas, cuando no de todas, retengan dentro de las paredes de las universidades politécnicas a miles de frustrados estudiantes durante más tiempo del razonable. Lo cual es, además, contradictorio con el hecho de que, por término medio, son los estudiantes con mejor expediente académico al llegar a la Universidad. Se dilapida así su juventud y el dinero de sus padres, pero también el de los padres de los que estudian otras disciplinas y que tal vez no puedan disfrutar de becas por la existencia de esos criterios. Se trata, por otra parte, de una singularidad española, inexistente en otros países. Mientras esa dureza extrema de los estudios técnicos se mantenga, parecen razonables los criterios sobre los que se asienta la actual política de becas. Pero sería deseable que la propia corporación académica se revelase contra el fondo de arbitrariedad que sustenta esa diferencia.
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