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EL FUTURO DE EUROPA

Diplomacia preventiva

Los Doce quieren crear un mecanismo para desactivar conflictos en Europa

La Comunidad Europea (CE) ha sacado las conclusiones de su fracaso en el intento de parar la guerra en la antigua Yugoslavia para tomar su primera iniciativa de envergadura en materia de política exterior común, anticipándose unos meses a la entrada en vigor del Tratado de Maastricht tras la ratificación británica.La cumbre de los líderes comunitarios que concluyó el martes en la capital danesa brindó una buena acogida, incluso por parte del Reino Unido, a la propuesta francesa, respaldada por Alemania, de un pacto para la seguridad y la estabilidad de Europa. Los Doce encargaron a sus ministros de Exteriores ir poniendo a punto un proyecto que será presentado ante el Consejo Europeo de diciembre.

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Formulada en abril por el primer ministro francés, Edouard Balladur, que cuenta con el apoyo de su presidente, FranQois Mitterrand, la propuesta consiste en practicar una diplomacia preventiva que desactive los conflictos potenciales, fronterizos y étnicos, en la Europa del Este e impida así la repetición en otro rincón del Viejo Continente de la tragedia yugoslava.

El proyecto se descompone en tres etapas que Francia desearía concluir, explicaba Bernard de Montferran, consejero diplomático de Balladur, a principios de 1995, durante su presidencia de la CE. Primero se reuniría una conferencia plenaria que identificaría los conflictos fronterizos y étnicos entre antiguos países comunistas, pero excluyendo al Cáucaso y a la ex Yugoslavia, así como la tensa relación de las repúblicas bálticas con Rusia. En una segunda fase, los Estados iniciarían, gracias a la mediación de miembros de la CE, negociaciones entre ellos y con sus minorías nacionales, cuyos derechos deberán ser reconocidos, para resolver así sus disputas.

Los acuerdos alcanzados en los diversos foros de negociación quedarían finalmente recogidos en un amplio pacto que sería consagrado por una segunda conferencia, plenaria, en la que, además de los afectados y de la CE, participarían Rusia, EE UU y Canadá. A partir de entonces, las fronteras serían no sólo inviolables, sino intangibles.

El proyecto de Balladur ha suscitado, a grandes rasgos, cinco críticas que la diplomacia francesa refuta. La primera es que deja de lado a la ex Yugoslavia, excepto acaso a Macedonia, porque no está en condiciones de apagar el incendio, y también omite al Cáucaso y a las repúblicas asiáticas porque no son países con vocación para ingresar algún día en la CE.

Tampoco está claro que los Doce puedan ofrecer a algunos países del Este, para que adopten actitudes conciliadoras, una zanahoria lo suficientemente atractiva como la plena adhesión a corto o medio plazo, ni, en época de recesión, las ayudas y concesiones arancelarias que desean.

En tercer lugar, el proyecto no ofrece, por lo menos en su versión inicial, garantías militares de protección a aquellas jóvenes democracias que suscriban el pacto. Pierde así algo de credibilidad.

Algunas fuerzas desestabilizadoras, nacionalistas o religiosas, no son, por último, en absoluto sensibles al paraíso europeo que propondrá la CE a los buenos alumnos.

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