Miseria e impuestos
He estado en Madagascar. Acabo de llegar.Es un precioso país: arrozales, bosques, lemures, ríos, cascadas, lagos, costas, océano, artesanía, fósiles, minerales, gemas... y una gran miseria.
He acompañado a esos hombres y mujeres que, a través de organismos e instituciones, intentan paliar esa miseria.
Como índice, baste saber que los bosquimanos de Ranomafana tienen una tasa de mortalidad infantil del 40%. En Antananarivo, la capital, la mortalidad infantil alcanza en el invierno tasas del 80%.
Esos organismos e instituciones (Unicef, Médicos sin Fronteras, Banco Mundial, Iglesias católica, protestante, luterana, etcétera, y la muy especial aportación del Padre Pedro) luchan contra el peor enemigo, aliado incondicional de la miseria ajena, la ignorancia del mundo occidental, del mundo civilizado. De una ignorancia sabida, buscada, como la de aquellos y aquellas que obligaban a apartar de su vista a los miserables. No les importa el problema, únicamente no quieren verle; así de fino.
Sé que la aportación española como ayuda al Tercer Mundo es más bien corta.
Ahora que estoy formalizando mi declaración de la renta, se me ocurre plantear a los poderes públicos:
1. Que sea para el Tercer Mundo la totalidad del porcentaje que se reparten nuestra Iglesia católica e instituciones benéficas nacionales, según criterio del contribuyente.
2. Que los donativos para Médicos sin Fronteras y Unicef gocen de desgravación.-
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