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Nueva vertiente del enfrentamiento Norte-Sur

Diferencias sobre qué tratar en la Conferencia sobre Derechos Humanos que empieza en Viena

Al Dalai Lama se le ha prohibido la palabra. El ex presidente norteamericano Jimmy Carter fue abucheado por delegados de países latinoamericanos. Palestinos y judíos casi llegan a las manos. Con estos prolegómenos y la evidencia del enfrentamiento Norte-Sur, se inicia hoy en Viena la Conferencia Internacional sobre los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en la que participan unos 3.000 delegados representando a 180 países. Los Estados industrializados y los del Tercer Mundo no comparten ni siquiera la simple definición del tema sobre el que tienen que debatir.

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Fatiga de compasión

Han pasado 25 años desde que tuviera lugar la primera conferencia de la ONU sobre derechos humanos. Eran los tiempos de la guerra de Vietnam, de la invasión soviética de Checoslovaquia y del mayo parisiense. El conflicto Este-Oeste paralizaba cualquier gestión. Hablar de derechos humanos, tal y como los entendemos ahora, era casi un sarcasmo. Pero el tema fue imponiéndose paulatinamente, y fue precisamente Occidente el que mejor partido supo sacar de este concepto revolucionario. El Acta de Helsinki de 1975, con el reconocimiento explícito de os derechos humanos individuales, firmada por los países miembros de los dos bloques enfrentados, acabó convirtiéndose en la bomba de relojería ideológica que estalló en el seno del imperio soviético haciéndolo pedazos.Ahora, el fin de la guerra fría ha cambiado completamente el panorama mundial. Ningún equilibrio de terror bloquea, teóricamente, la aplicación de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. La explosión de los medios de comunicación, su globalización y acceso generalizado, impide que dictadores y torturadores puedan seguir en el anonimato, escondiendo sus mazmorras y deslizando sus esqueletos bajo la alfombra. Pero el ejemplo de los efectos del Acta de Helsinki no ha caído en saco roto. Países de dudosas credenciales democráticas esgrimen ahora que los derechos humanos no son los mismos en todas partes. Imponérselos, aseguran, es una nueva forma de imperialismo occidental.

Chantaje político

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A comienzos del pasado mes de abril se reunieron en Bangkok (Tailandia) representates de 49 países asiáticos y firmaron una declaración de guerra -a la que luego se han adherido otros- contra las pretensiones de Occidente de imponerles sus criterios morales, acusando a los países ricos de utilizar los derechos humanos como chantaje político. Al concepto individual de derechos humanos, en el que se basa la cultura occidental, los países en vías de desarrollo, y especialmente aquellos que combinan un desarrollo acelerado de tipo capitalista con un sistema político autoritario, oponen una versión colectiva. A su cabeza está China, a la que acompañan Irán, Pakistán, Malaisia, Indonesia y Singapur, con el curioso añadido de México y Colombia y el no tan extraño de Cuba.

Las condiciones de respeto a los derechos humanos individuales que pretende imponer la nueva Administración norteamericana, tanto para conceder ayudas al desarrollo como en el campo del comercio para beneficiarse de aranceles más bajos, y que aplica también la Comunidad Europea, son consideradas inaceptables por estos países, que creen tener derecho a imponer restricciones a los derechos individuales en beneficio de un supuesto desarrollo de las ventajas colectivas. Estos dos conceptos diametralmente opuestos son la causa de que el borrador del texto final que dará a luz la conferencia sea todavía un maremágnum de tachaduras y párrafos enteros borrados o no consensuados y que, según los expertos, pueda acabar siendo una simple declaración vaga carente de contenido.

Tres son los puntos centrales que discutirán los delegados. El primero, la ya mencionada relación entre desarrollo y derechos humanos. ¿Se puede hacer depender la ayuda al desarrollo del respeto a los derechos humanos? En segundo lugar se trata de debatir si se mantiene la obligación de respeto de los derechos humanos como algo universal, tal y como quedó plasmado en la declaración del 48, o se van a hacer depender de tradiciones culturales y religiosas como pretenden, básicamente, la mayoría de los países islámicos. Por último, forzado por la realidad mundial del momento, está el debate sobre las intervenciones militares en nombre de la ayuda humanitaria y el derecho de la comunidad internacional a intervenir en determinados lugares en defensa de los derechos humanos.

Al ser una conferencia intergubernamental, las reglas son tan draconianas que difícilmente podrá salir algo en claro. Por ejemplo, no se puede nombar a países específicos denunciando violaciones de derechos humanos. China ha sido la que más presión ha ejercido en este sentido, consiguiendo, concretamente, que el Dala¡ Lama no pudiese asistir a la conferencia oficial -aunque está presente en Viena en el seno de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG)- e impidiendo también la asistencia de líderes de la revuelta de Tianamen.

La meta básica que se han propuesto las Naciones Unidas es fortalecer financieramente y a nivel de personal los instrumentos para defender los derechos humanos. En la actualidad hay 15 agencias diferentes de la ONU que trabajan en relación con este campo, pero el Centro de Derechos Humanos de Ginebra cuenta sólo con un 0,7% del presupuesto global y una raquítica plantilla de 50 personas.

El foro de las ONG quiere mucho más. Concretamente: "Todos los derechos humanos para todos". Entre sus propuestas figuran la creación de un tribunal penal internacional para juzgar a los culpables de violaciones graves de los derechos humanos y la creación del Alto Comisionado para Derechos Humanos con funciones similares al de Refugiados y con poderes autónomos. Las ONG quieren también el reconocimiento de la existencia de una violencia específica dependiendo del sexo como violación de los derechos humanos, que sería razón suficiente para pedir asilo político.

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