Severo Sarduy, el cubano que escribía con el cuerpo, falleció el pasado martes en París
El autor de 'Cobra' y 'Colibrí' tenía 55 años y padecía el sida
El de ayer fue un día gris y tormentoso en París, uno de esos días cargados de electricidad malsana en los que no hay manera de quitarse el dolor de cabeza. A primeras horas de la tarde, la noticia de la muerte de Severo Sarduy arruinó definitivamente la jornada. Según informó un comunicado de la editorial Gallimard, el poeta, ensayista y novelista cubano había fallecido el pasado martes en la capital francesa. Aunque Gallimard no aludió al motivo de su muerte, los amigos del autor de Cobra sabían que padecía el sida. Tenía 55 años de edad.
Sarduy, autor de una obra barroca en la que abundan metáforas e imágenes de gran atrevimiento, estaba instalado desde hacía muchos años en Francia, país en el que decía haber "enraizado". Francia le había dado en 1972 el premio Medicis por Cobra."El lenguaje, la voluntad de darle sentido a las cosas a través de las palabras, es lo que nos hace humanos", decía Salduy. "Los dos polos de la literatura", añadía, "son el deseo y la muerte". Y precisaba: "Cuando escribo, camino, salto, bailo. Un escritor moderno escribe más con su cuerpo que con su cabeza".
Nacido en 1937 en la ciudad cubana de Camagüey, Sarduy comenzó publicando poemas en periódicos locales. Tras la revolución castrista, colaboró en las páginas literarias del semanario Lunes de la Revolución, pero el castrismo no era verdaderamente su vocación y Sarduy se las ingenió para conseguir una beca para la Escuela del Louvre. Llegó a París a los 23 años.
Al tiempo que seguía estudios artísticos en el Louvre, Sarduy participó en los seminarios del lingüista Roland Barthes. Allí se convirtió al estructuralismo. El cubano se incorporó al grupo estructuralista organizado en torno a la revista Tel Quel.
En la segunda mitad de los años sesenta, Sarduy comenzó a publicar novelas en la editorial Seuil. La obra que le reveló fue Cobra, en la que mezcló la mística budista con un estilo barroco de indudable cepa sudamericana. Tras expresar su concepción de vida y la literatura en el libro de ensayos Barroco, Sarduy escribió Maitreya, en el que evolucionaba del Tibet a Miami, y Colibrí, cuyo decorado era un burdel caribeño para homosexuales. Su última novela, Para que nadie sepa que tengo miedo, es un juego de máscaras que data de 1991.
En De dónde son los cantantes, Sarduy entremezcló muchos niveles distintos de lenguaje: la tradición oral con los manierismos de lo escrito, lo culto con lo popular, los fragmentos clásicos con los entresacados de la Prensa sensacionalista, las sentencias de Juan de la Cruz con los mensajes publicitarios. Según Sarduy, en ese libro se encuentra la explicación de la verdadera naturaleza de Cuba, un país formado a partir de la síntesis de tres culturas: la china, la negra y la blanca.
Para Ana María Barrenechea, especialista en Sarduy, De dónde son los cantantes convierte a Cuba en "metáfora del mundo, un mundo vacío a fuerza de abarrotado, en el que los dioses se han ido dejándonos dos realidades: el lenguaje y la ínuerte". En 1991, Gallimard encargó a Sarduy el relanzamiento de La Croix du Sud, la famosa colección especializada en literatura iberoamericana creada por Roger Caillois. Hasta el final, el escritor cubano asumió esa tarea con su maravilloso buen humor.
Babelia
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