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Major admite en el Parlamento que está "en dificultades"

Enric González

La alarma roja estaba ayer encendida en Downing Street. El demoledor ataque del miércoles del ex canciller (ministro de Finanzas) Norman Lamont contra su antiguo amigo John Major, con acusaciones como la de gobernar sin rumbo y ser un pelele sin ideas, causó conmoción en el Gobierno y en el Partido Conservador. El primer ministro admitió, ante el Parlamento, que se encontraba "en dificultades", pero aseguró que "la situación se superará". El líder de la oposición, John Smith, pidió la convocatoria inmediata de elecciones anticipadas.John Major tuvo una jornada difícil. Por la mañana reunió a su nuevo Gabinete, por primera vez desde el despido de Lamont, para cerrar filas ante la crisis. Por la tarde, se enfrentó a las preguntas de la Cámara de los Comunes. Aunque admitió sus problemas, rechazó tajantemente la petición laborista de que se convocaran nuevas elecciones y salió con bien del trance. En el Partido Conservador, sin embargo, la impresión generalizada era que la caída de Major es sólo cuestión de tiempo.

El terrible efecto de la intervención parlamentaria de Lamont fue perfectamente visible en Sir Norman Fowler, presidente de los tories. Fowler, furioso y desencajado, apareció en televisión para acusar a Lamont de traidor y cobarde. La pública trifulca implicaba a dos pesos pesados de la política británica que, además, habían sido amigos desde su época universitaria en Cambridge.

Sólo un año de margen

Los mandarines del Partido Conservador insistieron ayer en que no se planteaba un cambio de líder. Pero, coincidieron en subrayar que John Major tenía "todo un año por delante", en el que había de cumplir su promesa de revivir la economía. "Todo un año" significaba "sólo un año". El congreso conservador de octubre de 1994 es el límite fijado. Si para entonces no se ha operado una milagrosa transformación en el estilo del primer ministro, su carrera se dará por terminada.La crisis podría ocurrir antes. Fuentes del partido señalaban ayer, bajo anonimato, que "un hombre capaz de convertir a su mejor amigo [Lamont] en un enemigo jurado, es capaz de cualquier desastre". La propensión a los accidentes políticos es, por ahora, la característica más notoria de John Major. Y el partido está muy nervioso. Un fracaso en la elección parcial de Christchurch, el mes que viene, podría acelerar los acontecimientos.

La prensa ya huele sangre. El diario conservador The Times, poco favorable al primer ministro, imprimió ayer a toda portada un titular ominoso: "La amarga venganza de Lamont proyecta una sombra sobre la supervivencia de Major". El moderado Financial Times no se quedó atrás: "Un amargo Lamont destroza a Major". El liberal The Independent tituló, a su vez, que Norman Lamont avivó "las dudas tories sobre el liderazgo de Major".

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