¿Quién gobernará el ajuste?
Ya está todo vendido. Cuando aparezca este artículo, la campana electoral habrá terminado y la mayor parte de los ciudadanos tendremos decidido el sentido de nuestro voto con el presentimiento de que sea cual sea el resultado de los comicios de mañana se abrirá una nueva etapa histórica en nuestro país. A partir del lunes llega la hora de los sociólogos que, a borbotones, intentarán explicamos lo que ha sucedido.Sabremos entonces el auténtico impacto que sobre esta campaña ha tenido la existencia de las televisiones privadas y de los debates.
Bernard Kouchner, el antiguo ministro de Mitterrand y uno de los pocos que man tuvo intacto el prestigio hasta el final de su acción pública, decía: "Sin imágenes no hay indignación. Utilicémoslas".
Las escenas televisivas, los debates a la vista de millones de personas, son útiles para los indecisos, que se han convertido, aquí y ahora, en el motor de la historia. Para los que tienen el voto previsto de antemano lo que influye son las ideas, que se transmiten machaconamente en el medio y largo plazo, pero hay mucha gente que ha esperado hasta el final, que ha visto polemizar a los candidatos y que, únicamente después, ha tomado posición.
En esta campaña ha habido ,bastantes problemas ausentes, sorprendenternente el pricipal de ellos ha sido la auténtica situación de la economía española y las opciones alternativas , para salir de ella. Se ha hablado mucho de economía, quizá más que de política, pero con mercancía de contrabando, quedándose en la superficie, sin graduar la profundidad de la crisis. Casi sin excepciones. Muchos de los dirigentes que han acaparado el interés de los media han caído en uno de los defectos que más tienden a alejar a los ciudadanos del poder: han utilizado el llamado discurso de perspectivas, desiderativo, orientado a mundos ideales y no reales; han evocado sus propios deseos en vez de aquilatar la realidad; han pregonado falsas promesas que generarán, con toda probabilidad, un amargo desengaño de mucha gente.
Expertos de todo el mundo discuten ahora si la coyuntura mundial tiene sólo la pinta de una recesión o más bien se trata de una depresión política que incluye aspectos más amplios (deteriorodel sistema por la creciente distancia de la clase política y la sociedad civil, a causa de los escándalos y de la corrupción) que una simple fase descendente y coyuntural del ciclo económico. Las cifras del paro en el mundo -17 millones de personas en el seno de los países de la OCDE- demuestran que la crisis actual del capitalismo es superior a las anteriores. En lo que se refiere a España, los síntomas son los siguientes: un paro de 3,3 millones de personas (más del 20% de la población activa); una inflación que habiéndose reducido, no doblega; aumento del déficit público; elevados tipos de interés; especulación sobre la peseta; fuerte decaimiento de la actividad productiva; debilidad de la demanda, decrecimiento del ahorro, etcétera.
Frente a ello, las principales fuerzas políticas han hablado del esfuerzo que debe hacer la sociedad española, pero ni siquiera se han atrevido a mencionar el concepto de sacrificio y, desde luego, se han ocupado en desmentir que el mensaje de sangre, sudor y lágrimas esté a la orden del día. 0 porque no creen en él y piensan que la crisis es menos profunda de lo que parece o, lo que sería peor, porque han entendido que no se pueden ganar unas elecciones con un mensaje tan impopular. En el año 1982 -otro hito del cambio histórico- los socialistas tiraron pragmáticamente a la basura su programa electoral de expansión de la demanda al día siguiente de ganar las elecciones y aprobaron un plan de estabilización que contenía la devaluación de la peseta, el incremento de los coeficientes bancarios y las subidas de los precios de algunos artículos básicos (los de la energía). Es decir, llegaron a la conclusión -amargados por la negativa experiencia del programa común de la izquierda francesa- de que no hay salidas autónomas para un país, cuando el resto de su entorno camina en otra dirección. Diez años y medio después la economía se ha internacionalizado de modo progresivo y la dependencia entre los países reduce aún mas las recetas autárquicas; hay una verdadera dictadura de la economía sobre la política (ésas son las reglas del juego), por lo que cualquier programa de recuperación ha de tener en cuenta la convergencia europea, la Iniciativa de Crecimiento Europeo -que es la política económica actual de la CE- y el ajuste europeo para reconducir los grandes desequilibrios de las economías nacionales. -
Gane quien gane las elecciones no podrá pues hacer lo que Miguel Boyer en diciembre de 1982; la peseta forma parte del Sistema Monetario Europeo y está sujeta a sus normas cambiarias; la liberalización de la economía pone condiciones casi insuperables a la modificación de los coeficientes financieros; y los precios de los productos dependen mucho más de la oferta y la demanda que de decisiones administrativas. El ajuste ortodoxo tiene pues menos sentido, pero las medidas estructurales que lo acompañan adquieren especial realce.
Pero no todo ha sido malo ni superficial en la campaña. Hay ideas abstractas en los programas de los partidos que en la confrontación de los candidatos durante, el último mes y -medio han adquirido perfiles menos inmateriales; que han sido asumidas implícitamente por los ciudadanos y que forman parte ya de la cultura de este país por más que se intenten disolver en el magma de la retórica electoral a partir del próximo lunes:
1) El paro es el primer problema del país. Ni la inflación ni el déficit. No se puede considerar ya sólo una consecuencia de las variables macroeconómicas sin el centro de la cuestión. El instrumento inicial elegido por las principales fuerzas políticas es el pacto social, por lo que va a resultar muy dificil a patronal y sindicatos ser renuentes a la oferta. Es impresionante lo que ha acontecido con el desempleo; mientras afectó a obreros poco cualificados, a inmigrantes, a los trabajadores de las industrias de chimenea, la sociedad embalsó el problema, guardó silencio y lo consideró un problema de los otros. Cuando el paro impide a los jóvenes, a nuestros jóvenes, ingresar en la vida activa; cuando los que buscan trabajo tardan años en encontrarlo y las empresas en dificultades comienzan a despedir a sus cuadros y ejecutivos, el paro deviene insoportable. Es una reacción hipócrita, pero sea bienvenida si sirve para acelerar la sensibilidad y las soluciones al drama.
-2) El pequeño Estado del Bienestar español se ha convertido en un elemento más de la realidad, que no puede retroceder. La disputa de socialistas y conservadores sobre quien llega más lejos en las pensiones, el seguro de desempleo, la sanidad y la educación ha construido una frontera muy dificil de traspasar caminando como los cangrejos. No hay senda de ida y vuelta. Los compromisos adoptados sobre el welfare han sido tan grandes y tan públicos que no admiten una marcha atrás a lo Thatcher o a lo Reagan. ¿Podría ahora cualquier fuerza política hacer otro decretazo y cambiar las condiciones de ese pacto implícito que han contraido los partidos políticos con la sociedad? Los derechos adquiridos se han hecho irrenunciables en esta campaña, aunque nadie haya calculado sus efectos sobre la crisis fiscal del Estado que puede sobrevenir.
-3) La reforma del mercado de trabajo, la movilidad funcional y geográfica, la formación profesional, la atribución de los contratos temporales a una causalidad, los contratos a tiempo parcial que significan una especie de reparto de trabajo no solamente para aumentar la población activa sino para conseguir integrar el ocio en lo cotidiano, han sido aceptados sin discusión. Si los ciudadanos votan en las urnas mayoritariamente estas cuestiones, sea quien sea quien gobierne el ajuste ' vamos a ver la reacción de los agentes económicos y sociales que se han opuesto frontalmente hasta ahora a esta revolución cultural. a partir del 6-J se ha abierto un nuevo contrato social, consensuado entre las formaciones políticas más significativas y los españoles: nosotros, nos comprometemos a mantener -o a aumentar- los niveles de bienestar a cambio de una política de rentas y de la flexibilización del mercado de trabajo.
Sólo queda por conocer la amplitud del consenso. Del volumen de votantes de mañana y del resultado de los comicios saldrá la primera evaluación de esta nueva etapa de la vida de este país. Una época en la que que, ya lo estamos viendo, primarán los acuerdos y las vertebraciones y acabará el absolutismo de las decisiones solitarias. Una era que clausura definitivamente las transiciones e instala a España en la normalidad democrática realmente existente.
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