Gustaron sin cautivar
Una tarde propicia tuvieron los toreros en el coso de Aranjuez. Marco recoleto, tiempo agradable, bureles nobles y un público dispuesto a divertirse, y si era posible, ver torear. Y los toreros pusieron de su parte conocimiento y torería, para gustar y alcanzar el beneplácito de la afición. Lo consiguieron, o sea, que gustaron, pero -todo hay que decirlo-, no cautivaron. Tal vez por la excesiva dulzura de los toros, a lo mejor porque faltó arrebato, desgarro o esa emoción que los diestros ponen cuando se sienten toreros hasta la penúltima fibra de sus entretelas.Joselito no pudo realizar muchos alardes en su primer toro, que no estaba sobrado de fuerzas. Algunos lances de delantal con su capotillo o tal o cual verónica, y unos suaves ayudados por alto al comienzo de la faena de muleta. Sin embargo, en el quinto, pastueño y más entero, resurgió el buen torero que sabemos qué es. Una faena que fue a más, conforme se centraba y alargaba la embestida del toro. Alternó las serles por ambas manos, con aroma y reposo,, con muletazos de distintas marcas, y además se adornó con regusto e inspiración. Un ayudado por bajo para comenzar una serie de naturales provocó un olé que echó chispas.
Montalvo / Romero, Joselito, Ponce
Toros de Montalvo, terciados, en general pobres de cara, flojos, dieron juego; tres últimos pastueños; algunos sospechosos de pitones.Curro Romero: pinchazo hondo bajo y descabello (silencio); pinchazo bajo, media atravesada muy baja y descabello (división). Joselito: pinchazo y estocada desprendida (palmas); estocada desprendida (dos orejas). Enrique Ponce: pinchazo hondo y descabello (oreja); pinchazo y estocada caída (oreja). Los dos últimos salieron a hombros. Plaza de Aranjuez, 30 de mayo. Lleno.
También estuvo presente el recio y valiente estoqueador. Pues Joselito mató al toro al que cortó las dos orejas muy bien, marcó los tiempos de manera rotunda y gallarda, y se fue detrás del acero con fe y corazón.
Elegancia
Ponce realizó dos faenas elegantes. Supo administrar las fuerzas de sus dos toros y darles la distancia que le pedían. Y como imprimió buen- gusto y armonía, y le fluyó con naturalidad su toreo de adorno y recurso, consiguió triunfar y salir airoso.Curro Romero se limitó a quitarle de encima las moscas al inválido primero. Sí, y con su inconfundible estilo. Para después dibujar tres verónicas y una media por el mismo pitón izquierdo, perfumadas de gracia y torería. Y luego, con la pañosa, colocado como se debe para interpretar el toreo eterno, apuntó unos cuantos redondos con algún que otro enganchón, una trinchera, un quiquiriquí. Guerra a la monotonía, se dice Curro a sí mismo. Estaba citando con la derecha, por ejemplo, y como el sol le molestaba, se hizo una visera con su mano izquierda, y luego el, toro embistió. De verdad.
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