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Hollywood pone a Bill Clinton en aprietos

El afán del presidente por mejorar su imagen se destiñe frente a las acusaciones de frivolidad

El mundo de Hollywood, que tanto contribuyó a aupar a la presidencia de Estados Unidos a Bill Clinton, está poniendo en aprietos a su político favorito cuando éste menos lo necesita. Clinton se está viendo seriamente perjudicado por consejos como el de dejarse cortar el pelo por el peluquero de las estrellas de Berverly Hills o permitir que actrices como Barbara Streisand reaparezcan convertidas en poderes fácticos. El presidente tiene una relación tan fluida con Hollywood que el dormitorio de Lincoln ha tenido más huéspedes con oscar que en la época de Reagan.Es la primera vez que un corte de pelo desencadena una crisis política. Sin embargo, marcará una época el día en el que el aeropuerto de Los Ángeles estuvo parcialmente cerrado durante una hora mientras el famoso Cristophe recortaba los cabellos a Clinton en el interior del avión presidencial. Ahora, Clinton se ha echado las manos a la cabeza y ha asegurado esta semana que jamás pensó que su arreglo personal retrasaría vuelo alguno, y que de hecho preguntó por este extremo dos veces a sus colaboradores y siempre le dijeron que no había ningún problema. "Yo no soy de ese tipo de persona, pero ¡si hasta llevo un reloj que no cuesta ni 40 dolares (menos de 5.000 pesetas)!", dijo.

A pesar de sus disculpas, los sacrificios fiscales que Clinton está tratando de sacar adelante en el Congreso coinciden con la noticia de que el primer presidente demócrata de los últimos 12 años gasta 200 dólares en mejorar su imagen. El halo de clase media que hasta ahora protegía sus peticiones de sacrificio público hechas por Clinton se desvanece ante la noticia de que el presidente mantiene un Boeing con los motores en marcha durante una hora mientras se corta el pelo.

La cercanía con las estrellas está quemando al demócrata y demostrando que sus asesores deben tener más ciudado cuando cubren los huecos cercanos a Clinton que quedan en las sillas. El público norteamericano no desea que se repita la escena de una recogida de fondos para el Partido Demócrata en Nueva York, cuando la actriz Sharon Stone se sentó al lado de la máxima autoridad.

Si rodearse de artistas está complicando las perspectivas populistas de Clinton, estar cerca del presidente se está probando como una provechosa ventaja para algunas actrices. Barbara Streisand cena a veces con la fiscal general, Janet Reno; charla con el jefe de Estado Mayor, Colin Powell, y presenta su último disco en la Casa Blanca antes de que salga a la venta.

Mientras su marido, Bill Clinton, es acusado de frivolidad por permitirse unas relaciones tan fluidas con los personajes de Hollywood, la primera dama, Hillary Rodham Clinton, mantiene un mayor control sobre su imagen. Ella, que se cortó el pelo una semana antes que su marido sin necesidad de cerrar un aeropuerto, aparece en los periódicos como una agresiva defensora de su plan para la reforma sanitaria.

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