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FERIA DE SAN ISIDRO

Los más mansos del reino

Fue la guerra. El enemigo, los novillos de Alcurrucén, más los refuerzos que llegaron luego con la navaja entre los dientes, exhibiendo la enseña Palomo Linares. Y eran mansos. Mansos los seis titulares y los dos sobreros que hubieron de comparecer. Mansos de libro, ese que se intitula "Florilegio de mansos, su mansedumbre y la madre que los parió". Mansos con avaricia los seis más dos. Todos sin dejar uno, los más mansos del reino.Y sobre mansos, broncos. Mansos de coz tirar. Mansos de los que embisten a traición, en el supuesto de que a aquello se le pudiera llamar embestir. Debería decirse arrear. Arreones, mugidos, escarbamientos. Y si por una de aquellas casualidades de la vida alguien se descuidaba, interrumpían el mugir y el escarbar -que era solo disimulo: ardid de manso taimado; su santo y seña- y le pegaban el arreón.

Alcurrucén / Carrión, Puerto, Pedrito

Cuatro novillos de Alcurrucén (tercero y quinto devueltos por inválidos), bien presentados excepto el tercero devuelto, abecerrado; descastados y broncos; 4º condenado a banderillas negras. Sobreros de Palomo Linares, bien presentados: 5º manso, con casta y genio, 6º manso bronco.Manolo Carrión: bajonazo perdiendo la muleta (silencio); pinchazo, otro hondo, Pinchazo y estocada corta (silencio). Víctor Puerto: pinchazo y estocada trasera caída (palmas); estocada trasera ladeada (escasa petición y vuelta con algunas protestas). Pedrito de Portugal, de Lisboa, nuevo en esta plaza: tres pinchazos, estocada atravesada trasera, rueda de peones -aviso- y descabello (silencio); bajonazo descarado (silencio). Enfermería: fueron asistidos los banderilleros Manuel Deliz y Vallito, lesionados por el 6º, de pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas, 27 de mayo. 20ª corrida de feria. Lleno.

Al banderillero Manuel Deliz lo- cogió el último manso y de poco lo mata. Tras pegarle un volteretón salvaje, en cuanto lo vio en el suelo quería destrozarlo, sin reparo de cara ni de ojos, sin atender a quites, coleos y gritos; bocados, pezuñazos, comadas sobre el banderillero indefenso, revolcado y zarandeado como un pelele. Se salvó de milagro. Acababan de llevarse las asistencias al herido cuando Vallito, que bregó y banderilleó con gran eficacia toda la tarde, sufrió otro encontronazo del toro ytambién hubo de pasar a la enfermería.

Con ese ganado, el peor que haya podido verse en toda la temporada y aún muchas otras atrás, quién iba a exigir a los novilleros verónicas de alhelí, naturales de ensueño. Librar con bien de la batalla era cuanto se podía pedir, y no es poco. Pero hubo quien se recreció en la pelea, con una entereza y un conocimiento impropios de su edad y de su categoría profesional. Se llama Víctor Puerto y su nombre quedó inscrito en la menguada agenda de los futuribles. A dos novillos que tenían las dificultades derivadas de su declarada mansedumbre, les dio la lidia que a lo mejor no habrían sido capaces de emplear encopetados matadores de alternativa.

La forma con que inició su faena al primero fue de diestro licenciado en tauromaquia: un ayudado a toro corrido; irse andandito en busca de nuevo terreno para instrumentar el siguiente. Y a continuación, las tandas de redondos y de naturales cargando la suerte, con las lógicas limitaciones que imponía el novillo reservón, abrochadas con los pases de pecho o los cambios de mano. Seguramente sobró la parte final, porfiando junto a los pitones una embestida que ya no existía, y hubo de oir los reproches de la afición.

El quinto novillo desarrolló sentido por el pitón izquierdo, en tanto por el derecho embestía pronto, recrecido y hasta violento. Un novillo que habría hecho perder los papeles a cualquiera. Mas Víctor Puerto no quería ser cualquiera, estaba claro. Planteó la pelea a toma y daca, de poder a poder. Muleteó en redondo defendiendo su terreno, cargó la suerte, procuró ligar los pases, marcó uno de pecho extraordinario, y cuando en los remates de las tandas se le revolvía fieramente el novillo, salía del peligro encorajinado y adornándose toreramente.

Manolo Carrión no pudo repetir el triunfo sensacional del día (le su debú, hace apenas un mes, que recordó la afición obligándole a salir a saludar después del paseíllo. ¿Cómo iba a repetirlo, con semejante ganado? Ensayó pases imposibles, estuvo -voluntarioso. Pedrito de Portugal tuvo un primer novillo boyante en la primera parte de la faena y apuntó un toreo de gusto y templanza, aunque lo instrumentó con la suerte descargada y cierto alivio) de pico. Luego el novillo se aplomó. El sexto ya estaba aplomado y reservón desde el principio del trasteó e hizo bien Pedrito de Portugal en liquidarlo pronto. El manso-buey, paradigma de la mansedumbre, había representado perfectamente a todos sus hermanos de camada y no merecía toreo alguno; sólo la liquidación or derribo. Pero no allí en el matadero.

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