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Los desnudos integrales de la Capilla Sixtina no son recuperables

Ninguna de las más de 300 figuras que componen los magníficos frescos de la Capilla Sixtina, en el Vaticano, podrá recuperar jamás los frecuentes y supuestamente generosos atributos sexuales de que les dotó Miguel Ángel. Gianluigi Colalucci, responsable de la restauración, ha zanjado con un argumento técnico la ya larga polémica sobre si debía prevalecer la decencia pública o el respeto por la obra original del genio lombardo. Colalucci ha dicho que bajo las bragas y pañales añadidos al fresco miguelangelesco años más tarde no queda nada; que el tiempo se ha llevado la virilidad de los colosales personajes y que cualquier intento de restaurarla está destinado al fracaso.El técnico, según informaba ayer el diario La Stampa, ha venido así a dar objetivamente razón a los que sostenían el argumento filosófico y moral de que las correcciones superpuestas después de 1563 a lo pintado por Miguel Ángel, en el ambiente sofocante de la contrarreforma potenciada por el Concilio de Trento, tienen, de hecho, más tradición que la propia obra original, realizada por el lombardo entre 1508 y 1512.

Suele recordarse, para reforzar éste criterio, el enorme sécreto con el que el artista trabajó en un proyecto del que le irritaba todo, incluso el andamiaje instalado por Bramante para hacerle menos incómoda su tarea, que sólo concluyó por la energía que el papa Julio II puso en exigirle tal empeño.

Ligur enérgico

Es sabido que el propio Giuliano della Rovere, un hombre enérgico nacido en la Liguria, que llegó al Vaticano dispuesto a devolverle sus esencias italianas tras el pontificado impopular de Alejandro VI, el Borja valenciano, y el brevísimo paréntesis de Pío III, se hartó de no poder ver la obra que estaba financiando. Hasta el punto de que se apresuró a inaugurarla en cuanto Miguel Ángel le autorizó a cruzar el dintel de la Capilla Sixtina, desatendiendo los deseos del pintor de efectuar aún nuevos retoques. En definitiva, se dice, el fresco original no, lo vio casi nadie, mientras que el corregido ha fascinado a millones de visitantes.Claro que este argumento hace poca justicia a la realidad histórica de que los retoques pudibundos a la, obra de Miguel Ángel fueron considerados desde un principio como un atentado innoble al arte.

Lo prueba el hecho de que Daniel de Volterra, el modesto discípulo del genio lombardo encargado de realizarlos ha quedado estigmatizado en los anales de la pintura con el apodo de Braghettone. Se le identifica simplemente con las bragas que calzó a las criaturas.

La verdad es que, tras los años transcurridos, no se capta inmediatamente qué pudo tener que ver en todo este asunto el cisma de Martín Lutero, y puede resultar más tranquilizador pensar que a los desnudos integrales de Miguel Ángel también se los llevó el tiempo.

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