Derecho al voto
Quisiera hacerle partícipe de la perversa situación en la que me encuentro, en la que, por absurdo que parezca, hasta tendría que pagar por votar en las próximas elecciones.Trabajo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York porque, después de licenciarme por la Sorbona de París IV en Historia del Arte con las máximas calificaciones, tanto el presidente del Gobierno, Felipe González, como el ministro de Educación, Pérez Rubalcaba, se han dignado considerar que estos estudios son insufi
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cientes (textualmente) cuando se comparan con los equivalentes de la Universidad Complutense de Madrid.
Trabajo por amor al arte: al no tener permiso de trabajo, las leyes estadounidenses no me permiten ejercer actividad remunerada alguna. Vivo estrechamente de unos míseros ahorros y de alguna que otra dádiva de gente que se pregunta, con razón, qué misterioso impulso me permite seguir adelante tan obcecadamente. Hubiera querido votar como una ciudadana más en las próximas elecciones. Tampoco puedo. Pertenezco al censo madrileño y estoy fuera de la Península, luego no puedo votar en el consulado ni tampoco por correo. Sólo un certificado médico detallando las desgracias físicas que supuestamente me impedirían ir a España podría ser la vía para votar en el consulado.
Si insisto en querer votar tengo que comprarme un billete de un mínimo de 60.000 pesetas para ir a Madrid a depositar mi papeleta... Quizá si el banco extendiese un certificado detallando mi penuria económica, las autoridades españolas considerarían la posibilidad de aceptar mi voto. Resultado: no sólo no puedo ejercer mi profesión en mi país, sino que ni siquiera puedo ya ejercer mi derecho al voto: ha pasado a ser un lujo fuera de mi alcance.-