"Hay un núcleo de hampones con uniforme del Ejercito"
Disfruta Robles de la hospitalidad de las Fuerzas Armadas argentinas en un círculo militar en las cercanías de la capital. El general asegura que prefirió vivir en paz con su conciencia y no aceptar el destino que tenía previsto en Washington, en la Junta Interamericana de Defensa, donde habría disfrutado de un sueldo mensual de 7.000 dólares (unas 860.000 pesetas) y unas suculentas bolsas de viaje. Denuncia que Montesinos "ha fundado un escuadrón de la muerte, una banda de sicarios asesinos, formada por oficiales, técnicos y suboficiales, entre unas 20 y 25 personas, un núcleo de hampones uniformados, que ha ejecutado la matanza de La Cantuta y la de Barrios Altos".El ex capitán Montesinos está considerado como el hombre fuerte de los servicios secretos peruanos. Este asesor del presidente Alberto Fujimori se ha ganado el calificativo de Rasputín del régimen por su poder en la sombra. En la Universidad limeña de La Cantuta, un profesor y nueve estudiantes desaparecieron, secuestrados, el 18 de julio de 1992. En Barrios Altos, un grupo armado disparó a quemarropa y asesiné a 15 personas, entre ellas mujeres y niños, que celebraban una fiesta en noviembre de 1991.Acusa Robles a Montesinos de concebir las operaciones, que ejecuta el mayor de Ingenieros Martín Rivas, con la aprobación y conocimiento del jefe del Ejército, el general Hermoza Robles dice que antes estaba seguro de que el presidente Alberto Fujimori no sabía nada. "Ahora tengo dudas serias", dice,
"por su respaldo a Montesinos y Hermoza y los obstáculos que pone el presidente para que el Congreso Constituyente Democrático (CCD) realice una investigación de estas denuncias". Se encuentra Robles sancionado con el pase a retiro y pesan sobre él varias acusaciones que le llevarían en Perú ante un consejo de guerra por rebeldía, insulto a superior y ultraje a la nación. Admite Robles su rebeldía y las injurias proferidas contra su jefe Hermoza, pero se niega a admitir que haya ultrajado a la nación. En su conversación siempre distingue Robles entre el glorioso Ejército peruano" y "una banda de hampones uniformados".
Afirma Robles que cuenta con pruebas de sus acusaciones, pero no quiere nombrar a los testigos que pueden corroborar sus declaraciones ante la fiscalía peruana, porque "los datos incluyen nombres de oficiales y empleados civiles y, si los doy, los condeno al asesinato a manos del SIN. Van a ocurrir asesinatos y accidentes que atribuirían a Sendero Luminoso y al MRTA [Movimiento Revolucionario Tupac Amaru]".
El general explica que, tras refugiarse en la embajada de Estados Unidos en Lima, consiguió que le trasladasen a Argentina con su familia: "Estoy dispuesto a afrontar este reto hasta las últimas consecuencias, hasta sentar en el banquillo a los autores intelectuales de estos crímenes, Montesinos y Hermoza, a los autores materiales y a los cómplices y encubridores".El general justifica no haber denunciado antes esos crímenes porque, afirma, no tenía conocimiento de ello y creía la versión de que se trataba de maniobras de la subversión para desprestigiar al Ejército. Añade que los recientes movimientos de tropas realizados en Lima se deben a la intención de Hermoza de tapar los crímenes. "Está manipulando su puesto al mando del Ejército para encubrir delitos cometidos por ese escuadrón de la muerte. Nuestro glorioso Ejército está al mando de un hombre inescrupuloso, que lo utiliza para otros fines". Robles conoce a Montesinos desde que éste fue alumno suyo en la escuela militar de Chorrillos, después lo vio varias veces y dice que en los encuentros que tuvieron el hombre de los servicios secretos se portaba con respeto y le trataba de "mi general".
Reconoce Robles que estuvo de acuerdo con el llamado autogolpe de Fujimori del 5 de abril de 1992, por la exposición que le hicieron de la situación de la lucha antisubversiva, cuando Sendero Luminoso amenazaba con llegar a conseguir el equilibrio estratégico en su guerra contra el Estado peruano. Según Robles, el Congreso "obstaculizaba efectivamente las leyes especiales que proponía Fujimori", y el poder judicial, "por cobardía, chantaje, dinero o miedo", recibía a los terroristas que entregaban las Fuerzas Armadas y inmediatamente los soltaba.
Relata también Robles que le prepararon en el llamado Pentagonito, sede del Ejército en Lima, y "consideré que, desde el punto de vista de la situación militar, era necesario un dictador para combatir la subversión. No podía ser un militar, sino Fujimori, quien tenía que asumir poderes dictatoriales, para evitar que se llegase a un punto de no retorno en la guerra antisubversiva. Es preferible una dictadura de Fujimori que una polpotiana de Sendero Luminoso".
Concluye en tono premonitorio Robles: "quiero advertir a la nación peruana de lo que va a ocurrir, prevenir contra el nacimiento de algo que, si lo dejamos crecer, va a ser un remedo o caricatura del régimen nazi de los años treinta".
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