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Ni Levante ni feliz

Los habitantes de la Comunidad Valenciana están hartos de tópicos: el Levante, las naranjas, el turismo... Y están cansados porque viven en una situación de clara recesión económica, que ha situado la tasa de paro por encima de la media estatal y con una balanza comercial, todavía positiva, claramente a la baja. Por ello, los vecinos de Castellón, Valencia y Alicante se quejan. Ni Levante, ni feliz.La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) revela que un 77% de los valencianos piensa que vive igual o peor que en 1989 y que el 79% considera que el problema del paro ha empeorado. La Comunidad Valenciana pasó de una tasa de paro del 14% en 1990 a otra del 20,6% en 1992, según la Encuesta de Población Activa (EPA), mientras que la tasa de cobertura del comercio exterior se redujo del 147,4% en 1991 hasta el 139,4% de 1992.

La crisis no ha perdonado. El cultivo de cítricos, la principal producción agraria, se ha visto perjudicado por una saturación de los mercados, la entrada de las grandes multinacionales de alimentación y el deterioro de sus redes internacionales de distribución. Incluso el turismo, que tiene en la Comunidad Valenciana una de las mayores ofertas de todo el Mediterráneo, se ha resentido.

Los malos tiempos han afectado especialmente a la industria, responsable del superávit comercial valenciano. Los dos grandes gigantes norteamericanos instalados en Valencia, IBM y Ford, han encendido las luces de alarma. El portavoz de IBM-Europa, Joerg Winkelmann, indicó el mes pasado que no sabe "qué será de esa fábrica si en el transcurso de un año no demuestra su rentabilidad". Ford anunció en marzo al comité de empresa de la factoría de Almussafes su intención de eliminar 1.250 puestos de trabajo, lo que representa más del 12% de la plantilla. Tras las grandes multinacionales, un racimo de pequeñas y medianas industrias afronta de manera desigual la competencia europea (más avanzada tecnológicamente) y la de países terceros (más baratos).

Pacto contra el paro

En este clima de recesión, el Consell de la Generalitat valenciana ha sido el único Gobierno autónomo que ha firmado un acuerdo de lucha contra el paro, con UGT -con la que mantiene una estrecha relación en el País Valenciano-, Comisiones Obreras y la patronal valenciana Cierval.

Si bien el Consell y los interlocutores sociales han hablado el mismo idioma para llegar al acuerdo sobre el paro, gran parte de los valencianos siguen divididos sobre la lengua que utilizan: valenciano o catalán. Discusión ficticia, ya que toda la comunidad científica está de acuerdo en que el valenciano es una variante dialectal del catalán, opinión que comparte, según las encuestas, la mayoría de la población y especialmente los más jóvenes. Pero la discusión se arrastra desde la transición democrática y se ha plasmado en la consolidación del partido de la derecha regional Unión Valenciana, que mantiene su feudo en la ciudad de Valencia.

El nacionalismo está plasmado en un partido de izquierdas, Unitat del Poble Valencià, con un voto disperso e implantación en las comarcas centrales del País Valenciano. Socialistas y populares intentan pasar de puntillas sobre la polémica, aunque el PSPV-PSOE, que no discute la catalanidad del valenciano, ha impulsado desde la Generalitat la normalización de la lengua autóctona en la enseñanza (40.000 alumnos de EGB reciben clases en valenciano en 400 centros escolares y otros 80.000 estudiantes lo hacen en 169 institutos).

Mientras, el Consell ha estado presidido desde las primeras elecciones autonómicas en 1982 por el socialista Joan Lerma, que revalidó en los últimos comicios su gestión por mayoría absoluta. Desde 1988, la Comunidad Valenciana tiene transferidas las competencias en Sanidad y Educación mediante una ley orgánica que coloca el Estatut en una especie de tierra de nadie. La reforma de la carta magna valenciana aprobada por las Cortes autonómicas ha quedado paralizada hasta la nueva constitución del Congreso y el Senado.

En las tres legislaturas autonómicas, Lerma ha contado con la mayoría suficiente para gobernar, pese a que durante su segundo mandato necesitó contar con el apoyo sucesivo de los diputados de Esquerra Unida, Unitat del Poble Valencià y el Centro Democrático y Social para aprobar sus iniciativas en la Cámara autonómica.

Opciones de izquierda

La sociedad valenciana ha votado mayoritariamente opciones de izquierda en todos los comicios celebrados, aunque en las últimas municipales se inició un cambio de tendencia y los populares obtuvieron las alcaldías de Castellón y de Valencia.

La falta de vertebración es otro de los grandes problemas regionales, ya que aún surgen periódicamente tensiones provincialistas en Alicante. El déficit de infraestructuras ha retrasado la consolidación de la región como parte del eje mediterráneo. La adecuación del mapa valenciano de infraestructuras ha sido una de las principales preocupaciones del Consell, que ha impulsado la modernización de carreteras, líneas férreas, puertos y aeropuertos gracias a los importantes fondos europeos y al tímido auxilio del Gobierno.

Junto a las comunicaciones, el medio ambiente ha sido otro de los problemas prioritarios, ya que no se han podido frenar el proceso de desertización, el elevado número de incendios, la contaminación de los acuíferos y el deterioro de importantes parajes naturales.

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