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46º FESTIVAL DE CANNES

Los músculos de Schwarzenegger y Stallone llegan a La Croisette

Arnold Schwarzegger junto a Austin O'Brien a su llegada a Cannes
Arnold Schwarzegger junto a Austin O'Brien a su llegada a CannesReuters

A falta de cine, buenas son tortas. Tras la apatía creada por la austera, humilde y minoritaria película de Haití El hombre de los muelles y por el fracaso de la tercera, pobre e inútil versión, dirigida por Abel Ferrara, de la legendaria Los ladrones de cuerpos, uno de los filmes clásicos de la ficción científica, llegó la animación a La Croisette no con el cine, sino con el anticine. Las cachas de Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone y Jean-Claude van Damme, los tres pesos pesados de la era del puñetazo electrónico e informático, se exhibieron, junto a los traseros de las aspirantes a estrellas, en los chiringuitos de ultralujo de las playas de Cannes.

Junto al austríaco Schwarzy llegó a Cannes su eterna mala sombra, el italo-americano Sylvester Stallone, que no sabe cómo lavar las porquerías que Rambo dejó en su imagen y ahora se apunta a un bombardeo con tal de que sea de detergente, como el que promete su película Cliffhauger y sus jabones de defensor del color verde, de adalid de la capa de ozono y de azote -ahora que ya no quedan comunistas que exterminar- de los virus del sida. Y ha llegado también con las latas de su última película, Hard target, el actor karateca belga Jean-Claude van Damme, que hace 10 años se fue a EE UU con las manos en los bolsillos y ahora vuelve a Europa con los bolsillos en las manos.

Los tres campeones de la ley del tiro en la nuca y de la coz en las narices ajenas, coincidieron ayer aquí, según aseguran las cotorras de Nice-Matin, para (textualmente) "dilucidar en La Croisette la cuestión de su supremacía". Casi no hace falta añadir que les rodea a su paso un cerco de auténtica histeria de color rosa y que todo el Cannes amarillo está tan alborotado como un gallinero en el que se ha colado una zorra. Ahora les llaman los "tres mosqueteros del cine mediático", aunque no está claro si esta última palabra hace referencla a los llamados media o simplemente a su medianía o, con un giro que endurece las cosas, a su mediocridad. Por otra parte, lo de "dilucidar su supremacía" no se sabe si se refiere a descubrir quién de ellos es, en las taquillas, el primero o el primate.

Mientras tanto, el poco cine de verdad que hubo ayer en Cannes se condensó en una pequeña salita del palacio, donde uno de los grandes de la comedia italiana de los años cincuenta y sesenta, Dino Risi, charló por los codos de sus viejos tiempos, acompañado por algunos de los intérpretes habituales de sus películas: Alberto Sordi, Lea Massari, Agostina Belli, Marisa Allasio y otros rostros olvidados, que ya no dan un duro, pero que se han ganado un rincón humilde, pero indiscutido en la pequeña parte que esta gran feria del cine dedica al arte del cine.

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