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La oposición paraguaya desperdició su gran oportunidad de llegar al poder

La oposición sumó un 60% de votos en las elecciones del pasado domingo en Paraguay, pero por no presentarse unida desperdició una oportunidad histórica de desplazar del poder al Partido Colorado. Éste lleva camino de gobernar en el país suramericano durante más de medio siglo y de convertirse en una versión paraguaya del Partido Revolucionario Institucional (PRI) mexicano.

Un líder con un estilo demasiado antiguo, el abogado de 57 años Domingo Laíno, del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), y otro demasiado moderno para el Paraguay actual, el abogado y empresario de 49 años Guillermo Caballero, del movimiento independiente Encuentro Nacional, no pudieron ponerse de acuerdo y presentar una candidatura presidencial unitaria, que habría puesto fin a la dominación del Partido Colorado.A Paraguay le esperan cinco años más de régimen colorado con una trinidad formada por el Gobierno, el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas al mando de un amenazante general Lino Oviedo, quien ya se ha convertido de hecho en el hombre fuerte del país. Si hubiera ganado la oposición, a Oviedo no le habría quedado otro camino que el retiro o el golpe.

Las posibilidades del futuro presidente, el ingeniero de 54 años Juan Carlos Wasmosy, de modernizar el régimen parecen limitadas a la gestión de gobierno. Pocos esperan que Wasmosy sea capaz o tenga el poder suficiente para realizar la modernización pendiente en la política y economía de Paraguay. A pesar de sus buenas palabras e intenciones, Wasmosy corre el peligro de convertirse en rehén de Oviedo y del entramado de hombres de negocios y negociados que le aupó hasta el sillón presidencial con todos los medios, incluso a costa de un fraude en las elecciones internas del Partido Colorado.

Falta de acuerdo

En los meses previos a la elección, Laíno y Caballero no fueron capaces de llegar a un acuerdo para derrotar al coloradismo. Lo que no pudieron, o no quisieron, hacer en meses trataron de resolverlo en el último minuto. En una rocambolesca y desesperada operación, al mediodía del domingo, cuando sólo faltaban cuatro horas para cerrar las urnas, los liberales pretendieron que Caballero renunciase. Buscaban conseguir que, en vista de que iba atrás en las encuestas en boca de urna, Caballero se retirara con objeto de endosar a Laíno los votos de los que todavía iban a votar a esa avanzada hora por el candidato del Encuentro Nacional.Resulta inconcebible un grado mayor de improvisación. Lo que no se había logrado en meses de negociaciones y campaña electoral se quiso solucionar con una chapuza de última hora que a esas alturas estaba condenada a un rotundo fracaso.

El liberal Laíno es un líder honesto y un valioso luchador contra la dictadura, pero con un discurso y estilo anticuados que llevan camino de convertirle en un perdedor nato. Caballero, con su equipo de gente brillante y un programa moderno, se convirtió en una figura urbana que se percibía casi como un extraterrestre en el Paraguay profundo del interior, donde continúa vigente el bipartidismo tradicional colorado-liberal.

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