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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Traspié conservador

DESDE HACE varios meses, la flojera del Gobierno de Major es uno de los rasgos más obvios de la política europea. Pero lo sucedido en las elecciones del 6 de mayo presenta el debilitamiento de los conservadores con trazos mucho más acusados de lo que se pensaba. Un año después de su triunfo en las elecciones parlamentarias, han sufrido una caída espectacular. Coincidían en la fecha del 6 de mayo dos acontecimientos políticos y electorales de indudable transcendencia: por un lado, unas elecciones locales en Inglaterra y el País de Gales; por otro, la elección del diputado en el distrito de Newbury, a causa de la defunción del titular; una circunscripción en la que los conservadores siempre han triunfado con grandes ventajas.Que una elección parcial otorgue el escaño a un nuevo partido y que, incluso, refleje cambios entre los partidos es un fenómeno relativamente normal. Pero en lo ocurrido el 6 de mayo son las proporciones alcanzadas por la caída de los votos tories lo que impresiona. Tomemos la elección parcial de Newbury: en 1992, la diputada conservadora Margaret Chaplin ganó su escaño con 12.000 votos más que su contrincante. El 6 de mayo, el candidato liberal-demócrata Rendel ha triunfado con una ventaja de 22.000 votos sobre el nuevo candidato conservador. Son cifras que, a primera vista, parecen imposibles; un vuelco de esta envergadura es síntoma de sacudidas de mayor calado en la opinión pública.

El hecho es doblemente grave para Major porque llega acompañado de unos resultados en las elecciones locales que van en el mismo sentido. Los conservadores han perdido 17 de los 18 condados en los que tenían una mayoría absoluta. En muchos casos se trata de condados tories desde hace décadas; en el de Kent, desde 1889. Los resultados globales en las elecciones locales otorgan el 41% para los laboristas, el 31% a los conservadores y el 23% a los liberal-demócratas.

La imagen electoral del Reino Unido, a nivel de los órganos locales, acaba de sufrir uno de los cambios más profundos de su historia. Aunque no tenga repercusiones inmediatas a nivel gubernamental, Major cometería un serio error si no buscase, mediante una reorganización del Gabinete, responder al disgusto que se manifiesta con fuerza en sus propias filas. En particular, el ministro de Hacienda, Norman Lamont, es el que concita el nivel más alto de impopularidad. Por ello sería lógico que Major prescindiese de él después de los resultados del 6 de mayo; sin embargo, no es fácil que adopte tal medida si se recuerda que, en varias ocasiones, Major ha afirmado con energía su solidaridad con su ministro de Hacienda.

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La permanencia de la crisis económica -a pesar de las promesas de su superación- y la división del Partido Conservador son las causas principales de que un porcentaje tan alto de electores haya abandonado el voto tory. Además, un nuevo dato político ha surgido en estas elecciones, preocupante tanto para los conservadores como para los laboristas. Sobre todo en el sureste de Inglaterra, zona rica y con gran arraigo de los tories, los liberal-demócratas, y no los laboristas, se han impuesto netamente como alternativa al Gobierno. Es un partido que defiende una línea pro-europea particularmente consecuente, y su presencia refleja cierto vigor de las corrientes europeístas.

Por ello, la posibilidad para el laborismo de poner fin a la etapa de predominio conservador en la política británica aparece ligada a que sea capaz de concertar alguna alianza con los liberal-demócratas. Hoy, este partido, con un gran peso en la opinión, queda casi borrado en las elecciones generales por la dinámica del bipartidismo. Y gracias a ello, los conservadores pueden seguir dominando la escena política.

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