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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aprender idiomas

AUNQUE MÁS tarde que los ciudadanos de algunos países vecinos, los españoles hemos acabado convenciéndonos de lo que suecos, alemanes o franceses saben hace muchos años: que el dominio de uno o varios idiomas extranjeros no es un adorno cultural, sino la condición para el acceso a los conocimientos imprescindibles para desenvolverse en el mundo moderno. Así lo hace constar expresamente el Tratado de Maastricht, cuyo artículo 126 propugna, junto a la movilidad de estudiantes y profesores de los países miembros, el "desarrollo de la dimensión europea en la enseñanza mediante el aprendizaje y difusión de sus lenguas respectivas". Prueba de ese interés son las 100.000 personas que, según las previsiones del Ministerio de Educación y Ciencia, se matricularán en el curso oficial de inglés para mayores de 18 años que se impartirá por la segunda cadena de TVE a partir del próximo mes de septiembre.Pero nadie ignora que el aprendizaje de los idiomas resulta más fácil y natural si se inicia a edad temprana, y resulta por ello esperanzador saber que, también a partir de septiembre y con la implantación del segundo ciclo de educación primaria de la LOGSE (tercero y cuarto cursos), todos los niños españoles empezarán a estudiar obligatoriamente un idioma extranjero a partir de los ocho años. En el sistema educativo vigente desde la Ley General de Educación de 1970, el comienzo se producía demasiado tarde (a los 11 años) y en condiciones desfavorables dada la escasa competencia profesional de un profesorado no especializado.

No hay que remontarse al siglo pasado para recordar que quienes tenían la fortuna de estudiar todo un bachillerato de siete años, según el plan de estudios con que lo cursaran, dispusieron nada menos que de siete cursos sucesivos de estudio de un idioma extranjero, casi siempre el francés. El fruto, sin embargo, era bien escaso. La inmensa mayoría llegaba a la Universidad con un conocimiento que apenas le servía para mal leer y peor traducir un texto escrito. De hablar, nada de nada. Todavía no hace ni 10 años que se incorporó el examen de idioma extranjero a la prueba de selectividad, que, por otra parte, sigue haciéndose por escrito. Y es sabido que todavía hoy en muchas facultades universitarias, los alumnos de filologías modernas estudian los cinco cursos de la licenciatura íntegramente en español. El aprendizaje real de la lengua correspondiente han de hacerlo simultaneando los estudios de la licenciatura con su matrícula en una escuela oficial de idiomas, viajando al extranjero o matriculándose en costosas academias privadas.

Es de esperar que ese millón de niños que el curso próximo se incorporan al segundo ciclo de la enseñanza primaria cuenten con los profesores adecuados para recibir una buena enseñanza del idioma que elijan. El ministerio asegura que el sistema dispone de los especialistas necesarios y blasona de las fuertes inversiones económicas destinadas a la formación del profesorado. Ojalá que así sea y esos niños tengan más suerte que los de las generaciones precedentes.

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