El saber de Amaya Bozal
La primera exposición individual de la jovencísima pintora Amaya Bozal (nacida en Madrid en el año 1972), cuyos pocos años llaman la atención precisamente no sólo por su independencia respecto a los dictados de la moda actual, sino por el atrevimiento técnico con que concibe su obra y las precoces muestras de sensibilidad.Amaya Bozal hace paisajes, pero, en vez de hacerlos sobre el motivo, más bien los toma como una excusa pictórica. Hay algo en sus horizontes marinos, en los que el cielo ocupa un amplio espacio, pleno de incidencias, y en los que la atmósfera adquiere tonos acuarelados, que nos recuerda esa línea del paisaje británico que identificamos con el binomio de Constable-Turner, luego seguida por muchos de los mejores naturalistas franceses, como Boudin. Pero, dando un salto en el tiempo, Amaya Bozal trabaja , admirablemente las texturas y emplea toda suerte de materias, como la arpillera, la gasa, el cordel, la madera, etcétera..., lo que, junto al uso de las gamas parduzcas, nos aproxima a la memoria del arte español, y en concreto a Tápies, Millares, Lucio Muñoz...
Amaya Bozal
Galería Amargord. Alfonso VI, 3. Madrid. Del 23 de abril al 23 de mayo de 1993.
Inteligencia sintética
En todo caso, lo que me parece más interesante de la obra de Amaya Bozal, al margen de estas referencias puramente contextuales, es lo que revela acerca de la inteligencia sintética de su autora, que es una pintora que construye el paisaje, que es lo mismo que decir que se lo piensa, que reflexiona sobre él; en definitiva: que sabe lo imprescindible que en esta tarea es el cálculo de la emoción.¿Es demasiado saber quizá, en el sentido de un saber prematuro? En cualquier caso, el saber no ocupa aquí el lugar que le corresponde a la frescura, a la emoción, a la sensibilidad. Es un uno de esos saberes que da gusto. Un buen comienzo, por tanto, el de Amaya Bozal.
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