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GUERRA EN LOS BALCANES

Cuatro escenarios para una intervención

Divisiones y falta de voluntad política paralizan la acción occidental en la antigua Yugoslavia

Lluís Bassets

LLUÍS BASSETS, Las misiones encargadas por Naciones Unidas a la OTAN en los Balcanes se limitan, hasta ahora, a facilitar el suministro de ayuda humanitaria a las poblaciones civiles de la zona. La estrategia de los pequeños pasos decidida por los ministros de Exteriores europeos en los últimos meses consiste en acotar todas las acciones militares al objetivo de garantizar la llegada de la ayuda humanitaria. El bloqueo total contra Serbial, la vigilancia aérea, marítima, fluvial y terrestre de fronteras ... todo está dirigido, en teoría, a garantizar el auxilio a las poblaciones. Pero en realidad, el objetivo que se persigue es estrechar la presión sobre los serbios hasta obligarles a aceptar el plan de paz de David Owen y Cyrus Vance.

Este camino suscita importantes controversias entre los propios aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En el fondo, lo que se discute es la estrategia elegida hasta ahora, consistente en descartar la posibilidad de llegar a la paz mediante una intervención militar victoriosa de los aliados occidentales, al estilo de la realizada en Kuwait. Si hay intervención militar, sostiene por ejemplo el ministro español de Exteriores, Javier Solana, debe ser con un único objetivo: aplicar el plan de paz.Toda acción militar que pudiera desbordar este objetivo llevaría a cambiar radicalmente el carácter de la actual presencia occidental, que ya no se justificaría por la ayuda humanitaria. Las tropas de tierra de Unprofor (Fuerza de Protección de las Na ciones Unidas en la antigua Yugoslavia, en la que figuran 1.000 soldados españoles, entre otros) que garantizan la llegada de la ayuda, deberían replegarse o ser repatriadas inmediatamente, tal como han anunciado ya franceses y españoles, en caso de un cambio de estrategia. La vigilan cia del cielo bosnio, que cuenta con órdenes ofensivas para determinados casos, como sucede con la vigilancia marítima, adquiriría una intensidad mucho mayor y formaría parte de las tareas de apoyo para acciones ofensivas terrestres o de una estrategia de ataques aéreos.

Para que se produzca este cambio es necesario que previa mente sea aprobada una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, donde habría que contar con que Rusia no ejerza el derecho de veto. Todo el mundo da por sentado que ni Francia ni el Reino Unido ejercerían este derecho, a pesar de que teóricamente podrían hacerlo, en caso de una propuesta de resolución que implique un paso militar más. Todo lo más, se limitarían a adoptar una actitud pasiva tras retirar o replegar a sus fuerzas de paz, posiblemente mediante una acción de rescate urgente y espectacular.

Posibilidades limitadas

Una vez decidida por los aliados y adoptada por el Consejo de Seguridad, habría que ver todavía cuál es el carácter de la intervención militar que puede realizar la OTAN. Las posibilidades que se barajan son muy limitadas. La primera es la acción terrestre masiva y de duración obligadamente ilimitada, dadas las condiciones políticas de la ex Yugoslavia, donde no bastaría con pacificar sino que habría que esperar a la organización de la paz. Nadie defiende esta opción actualmente, entre otras razones porque implica la ocupación de varios países a un precio muy alto y con un compromiso político probablemente insostenible.

La segunda opción son los bombardeos selectivos sobre la artillería serbia y sobre las vías de suministro que mantienen armados y alimentados a los ejércitos irregulares serbios de Bosnia y de Croacia. Presenta elementos de complejidad y riesgo, como es el emplazamiento de la artillería serbia en las proximidades de escuelas, mezquitas y viviendas. Tiene garantías poco claras de éxito y de resultados efectivos sobre los serbios, aunque su mayor virtud es que cambia el carácter de la participación occidental y significa un paso más hacia otras opciones: ya sea la aceptación del plan de paz por los serbios, ya sea el conflicto abierto con Serbia y el despliegue ole una amplia fuerza terrestre.

La tercera opción consiste en la liberación de zonas de refugio para la población civil, con órdenes explícitas para las fuerzas que deban proteger estos puertos de salvación. Aunque aparentemente este objetivo es asimilable a la ayuda humanitaria, en realidad puede superar este tipo de misión e introducirse en el terreno de la llamada peace making (pacificación), superada la actual fase de peace keeping (mantenimiento de la paz). A la vez, una opción de este tipo encajaría con el plan de paz de Owen y Vance, aunque pueda efectuarse aisladamente. Potencialmente, cuenta con los peligros de una intervención militar más intensa.

Todavía queda una opción distinta, consistente en levantar el embargo de armas sobre Bosnia, cuestión que apoya Alemania, es considerada por EE UU y empieza a encontrar simpatías entre altos funcionarios de la OTAN, aunque no suscite unanimidad entre sus socios.

Una opción de este tipo, que no tiene el coste ni el riesgo de una intervención militar de la OTAN, cuenta con todos los inconvenientes, por cuanto significa también clausurar la actual fase de ayuda humanitaria. En palabras del ministro de Defensa francés significa situarse en la posición de Poncio Pilatos: la Comunidad Europea se lava las manos y permite que los contendientes se enzarcen con crueldad acrecentada por el suministro de más armas por parte de los propios aliados occidentales.

El cambio de estrategia no está, por ahora, en los planes de la OTAN, que se ha limitado a barajar las hipotésis para las que ha recibido encargos por parte de los políticos. Fuentes de la Alianza reconocen, sin embargo, que es la única preparada para una acción de mayor envergadura y que la preparación de tal eventualidad no significaría esfuerzo ni plazos excesivos.

El problema, sin embargo, como ha destacado de forma pública y dramática el propio presidente del Comité Militar, el mariscal británico Richard Vincent, es que nadie ha definido todavía los objetivos para una intervención y que no hay sobre la mesa ningún otro plan de acción que se revele práctico y útil para la resolución del conflicto, aparte del plan Owen-Vance, criticado e incluso enterrado por muchos.

Fuentes de la Alianza aseguran que el problema actual no es institucional sino de voluntad y de decisión política.

Europeos y norteamericanos

LL. B., Si los socios europeos de la Alianza Atlántica llegaran a decidirse por terminar el conflicto, aseguran algunas fuentes, la Alianza estaría lista para responder al desafío y no costaría en exceso convencer a Washington para dar el espaldarazo definitivo a la acción. Pero estas consideraciones no dejan de ser una pura especulación, ante una Comunidad Europea donde sólo un país, Alemania, sostiene posiciones contundentes. No deja de ser curioso que a ambos lados del Atlántico sean los funcionarios civiles, sensibles a la opinión pública y escandalizados por las heridas que está produciendo el conflicto en las conciencias occidentales, quienes sostienen las posiciones más intervencionistas, y que sean los militares quienes exigen mayor cuidado a la hora de tomar una decisión que anuncian como de enorme gravedad.

A pesar de todo, los países europeos son los más comprometidos en los Balcanes, en ayuda humanitaria y en participación humana en las fuerzas de paz. También son los que tienen más responsabilidades respecto a la ex Yugoslavia. Sin ellos, será dificil que Estados Unidos llegue a realizar una acción decisiva. Pero sin el liderazgo norteamericano también es difícil que los europeos lleguen a ponerse de acuerdo y a afrontar los riesgos de una intevención.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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