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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Recesión y reformas

LOS ÚLTIMOS indicadores económicos aparecidos (paro registrado, déficit comercial, inflación, y magnitudes monetarias y crediticias) confirman la intensa recesión de la economía española. Sin duda, el más preocupante es el importante aumento en el número de personas desempleadas registradas durante el pasado marzo. Ese crecimiento en más de 58.000 trabajadores eleva a 2.350.000 el número de parados, lo que supone un 16,6% de la población activa. Por primera vez en los últimos siete años, el paro aumentó en un mes de marzo. En el primer trimestre del año, el número de desempleados ha aumentado en más de 169.000 personas, siendo 203.000 los que lo han hecho en los últimos 12 meses. La grave continuidad del deterioro del mercado de trabajo quedará previsiblemente ratificada cuando se conozcan los resultados de la Encuesta de la Población Activa del primer trimestre del año.En este contexto recesivo hay que contemplar la importante reducción del déficit comercial de la balanza de pagos en el mes de febrero y la contención de la tasa interanual del IPC correspondiente a marzo, así como las moderadas variaciones de las magnitudes monetarias. El desequilibrio comercial, según datos de la Dirección General de Aduanas, supone un descenso del 31 % respecto al mismo mes del año anterior y el sexto mes consecutivo en que ese saldo registra un descenso interanual. La debilidad de la demanda interna y la contribución de la depreciación de la peseta, tras las dos devaluaciones en septiembre y noviembre, explican ese comportamiento relativamente

favorable de las exportaciones y el descenso de las importaciones. Con ello, la tasa de cobertura (relación entre exportación e importaciones) experimenta una significativa mejora, situándose en el 78,7%, frente al 71,8% al término del pasado ejercicio, más apreciable aún en relación con el área comunitaria.

No sería posible, en gran medida, explicar la desaceleración del dinero en circulación, el moderado aumento del crédito interno a empresas y familias o la contención de la inflación sin una referencia directa al citado cuadro recesivo. Una variación del 0,4% durante ese mes Vuelve a situar la tasa interanual en el 4%. Nuevamente, el capítulo de alimentos (y en especial los no elaborados) ha contribuido decisivamente a ese registro. La favorable señal que supone la ligera reducción de la inflación subyacente (excluidos los precios de alimentos sin elaborar y energía) queda parcialmente velada por la resistencia de los servicios. Los precios de este capítulo vuelven a ascender, al 7,3%, subrayando la dificultad para que, incluso en periodos marcadamente recesivos, pueda eliminarse del sistema económico ese dualismo entre precios de bienes industriales -que siguen moderando sus variaciones- y el de unos sectores que, en su mayoría, adolecen de serias ineficiencias que reclaman reformas sobre las condiciones de oferta.

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La constatación de esas mejoras en algunos de los desequilibrios clásicos de nuestra economía en modo alguno garantiza el mantenimiento de su tendencia positiva. La paralización de las actuaciones orientadas a reformar las condiciones de funcionamiento de la economía, a aplicar las reformas estructurales enunciadas en el capítulo 40 del Programa de Convergencia, acentúa esa provisionalidad con la que se presentan las reducciones del déficit exterior y de la inflación, lo que tampoco ha supuesto ninguna mejora sustancial en el mercado de trabajo. El paréntesis que la convocatoria de elecciones ha abierto no permitirá que algunas de esas reformas amagadas en su aplicación contribuyan a situar la economía en las condiciones que garanticen una equilibrada recuperación.

Pero si durante los próximos dos meses no cabe esperar actuaciones de reforma en la dirección apuntada, no debería ocurrir otro tanto en los debates de la campaña electoral. Es el momento en el que a la simplicidad de los enunciados o a la rotundidad de las descalificaciones ha de suceder el detalle programático que explique no sólo la capacidad de las diversas opciones políticas para elaborar un diagnóstico riguroso de la situación económica, sino sus respectivas propuestas concretas para la ineludible reforma del sistema. En las circunstancias actuales, quienes aspiran a gobernar han de hacer explícitos sus planes tanto para afrontar alguno de los efectos de la actual recesión como para situar a la economía en una senda compatible con el cumplimiento de las exigencias que condiciona su elevada integración internacional.

Las hoy tan frecuentes proclamas de cambios radicales en la política económica deberían sustituirse por propuestas específicas y viables que expliquen cómo conseguirlo, con especial atención a las vías de eliminación rápida de los obstáculos estructurales que impiden asentar el funcionamiento de la economía española sobre bases firmes.

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