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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Discreto y de provincias

El ciclo o temporada de ballet clásico, hecho por tercer año consecutivo en el Centro Cultural de la Villa, ha comenzado con la compañía maña, que por fin no desapareció con su crisis económica del año pasado, lo que es una buena noticia para la danza española en general.El programa con que se presenta el Ballet de Zaragoza en Madrid parece, a primera vista, más sensato que sus propuestas anteriores, yendo a un registro de cámara, con formaciones poco numerosas. La selección de piezas hecha por Mauro Galindo (Gavá, Barcelona, 1958) es correcta en cuanto a la calidad de las composiciones y la idea de una línea de insertarse en el ballet europeo actual, aunque peca todavía de ambiciosa y soñadora. Los bailarines de la plantilla no están preparados para tales obras, carecen de empaque, brío e interiorización de los asuntos y los estilos.

Ballet de Zaragoza

La muerte y la doncella: Robert North / Franz Schubert; Dust in my wings: Kirsten Debrock / Benjamín Britten; Die Taudendgrüsse: Uwe Scholz / Robert Schumann. Director artístico: Mauro Galindo. Centro Cultural de la Villa de Madrid. Temporada de ballet clásico. 14 de abril.

El Ballet de Zaragoza sigue teniendo un perfume provinciano y casi amateur, le falta control de calidad en lo que a técnica balletística se refiere. Todo ello es superable siempre que se sepa muy claramente lo que se quiere y hacia dónde se baila en términos de corto y medio plazo. La tradición de danza clásica de alta calidad formativa de que ha gozado la ciudad aragonesa no se logra ahora ni entrever.

La pieza de Robert North (Charleston, 1945) La muerte y la doncella es de un lenguaje fluido pero algo hueco, de sequedad norteña y ligado a ese ballet inglés de argumentos prerrafaelistas que difícilmente levantan pasiones. Necesita, por tanto, de intérpretes potentes que aquí,' por desgracia, brillan por su ausencia. La segunda obra, hermética y experimental, tiene un problema de base: la coreografía de Debrock carece de amplitud de recursos y de lenguaje hasta aburrir a las ovejas.

Finalmente, la creación de Uwe SchoIz (Jugenheim, 1958) resarce. El joven artista alemán, actualmente flamante nuevo director de la ópera de Leipzig, es un poeta, heredero del legado estético del estilo Cranko, pleno de invenciones, buen gusto y forzando al bailarín a entregarse. Salvo en escasísimos momentos, la versión de los zaragozanos deja que desear y sólo queda al balletómano de pro creer y soñar con los valores propios de la partitura obviando al ejecutante.

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