"Los serbios sólo tenemos dos aliados: Dios y Rusia"
Serbia y sus fuerzas militares y políticas en la república ex yugoslava de Bosnia-Herzegovina se sentían ayer confirmadas en sus esperanzas. Confían en que un giro radical en la política interna de Rusia les proporcione el aliado necesario para poder institucionalizar internacionalmente sus conquistas territoriales tras finalizar la guerra e impedir antes una respuesta efectiva de las Naciones Unidas que pueda ponerlas en peligro. "Los serbios sólo tenemos dos aliados: Dios y Rusia", decía sin rodeos hace unas semanas el líder serbio en Bosnia, Radovan Karadzic.Su segundo, Koljevic, aseguraba el domingo: "Gracias a Rusia podremos aplicar ciertas modificaciones al plan que nos permita firmarlo".
El éxito de Rusia al posponer, este lunes, un voto sobre las nuevas sanciones a Serbia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha reavivado en Belgrado y Pale las esperanzas de que el resultado del referéndum del día 25 permita a las fuerzas conservadoras, nacionalistas y comunistas imponer una "revitalización de la hermandad histórica" entre estos dos países ortodoxos.
El enviado especial del presidente ruso Borís Yeltsin a los Balcanes, Vitali Churkin, hizo al parecer ciertas ofertas a Milosevic y Karadzc en lo que se refiere a paliar el efecto de las sanciones y en relación con un posible "reajuste del mapa" que permita a Serbia tener un corredor entre su Estado y los territorios ocupados en el noroeste de Bosnia y en Croacia.
Churkin, anonadado
Otras fuentes aseguran que Churkin salió anonadado de sus reuniones con los dirigentes serbios en Belgrado y Pale y convencido de que la radicalización nacionalista y belicista de éstos los hace insostenibles como aliados.
Del resultado del referéndum en Rusia dependerá en gran parte el que las Naciones Unidas mantenga el consenso creado tras el hundimiento de la Unión Soviética sobre su papel como órgano internacional para la protección de los derechos humanos y la legalidad internacional o el retorno a la era de alianzas enfrentadas en sus principios políticos y éticos.
Hace un año, con un Borís Yeltsin no cuestionado en Moscú, hubiera sido fácil adoptar medidas resueltas para detener la agresión serbia. Hoy, dice el portavoz del Gobierno bosnio en Sarajevo, Ivo Knezevic, "puede que ya sea tarde. Todo lo que ha hecho el mundo en los Balcanes en los últimos tiempos ha llegado tarde".
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