Niño de la Taurina levanta el vuelo
Sorando / Litri, Niño de la Taurina, HigaresToros de Román Sorando, con trapío, mansos, reservones, peligrosos y flojos; 6% inválido.
Litri: estocada desprendida y dos descabellos (silencio); pinchazo sin soltar, estocada -aviso- y dobla el toro (más palmas que pitos).
Niño de la Taurina: pinchazo sin soltar y media perpendicular caída (ovación); pinchazo y estocada desprendida (oreja). Óscar Higares: pinchazo sin soltar y pinchazo hondo perpendicular bajo (palmas); estocada perpendicular desprendida (silencio).
Plaza de Toledo, 4 de abril. Dos tercios de entrada.
Niño de la Taurina, cuya carrera había caído en el sórdido pozo de la insustancialidad y la abulia táurica, aprovechó ayer su actuación toledana para, al calor de sus paisanos, salir de la zahúrda y levantar el vuelo. Se engarlitó a base de valor seco, de hambre de triunfo novilleril, como en su etapa dorada anterior al doctorado e incluso en sus primeros tiempos de matador. Todo ello lo sazonó con buenas dosis de técnica, ideas claras y torería; y lo hizo frente a muy descastados boyancones de tremebundo peligro, lo que agiganta en buen modo sus méritos.
Quizás los aficionados barruntaban el milagro, pues acudieron al coso toledano en una cantidad que ni se recordaba por los más viejos del lugar. Aunque es justo, y necesario, señalar que el nuevo regidor del coso dio la vuelta a la norma casi universal con que actúan sus colegas. Transmutó el habitual toro chico y boleto grande -de precio-, por el plausible morlaco con trapío y localidades baratas; con la lógica respuesta popular.
Tersura y valor
El resurgimiento de Niño de la Taurina alcanzó mayor nivel en el quinto torazo, al que banderilleó deslucido en su único borrón de la tarde, y a cuya violencia aplicó tersura no exenta de valor hasta domeñarlo. Entonces, le extrajo cortas series de redondos mandones y templados, siempre con los pies atornilladísimos en la arena. Tras intentar la misión imposible de los naturales, se inclinó por deleitosos adornos como broche de oro. Su primer bicorne resultó más malage, por lo que el torero no pudo ir más allá de bisbisear algunas verónicas, banderillearlo y muletearlo con dignidad.
El lote de Litri también requería de una lidia adaptada a su catadura de mansos, lo que era otro milagro esperar del onubense. Éste, con sus trapazos, añadió más violencia, inquietud y farfolla. Incluso el cuarto morlaco mostró cierta nobleza en la media distancia, pero Litri le aplicó otra de lo mismo, ahogando la embestida y las posibilidades de éxito que se vislumbraban.
Higares pechó con un maulón peligrosísimo, el tercero, al que recibió valientemente de hinojos. Después se fajó con él, lo único que cabía. El sexto galafate se encojó, por lo que aquello transcurrió con mayor grisura y gritos desde el tendido de que acabase pronto la función, lo que Higares cumplió sin rechistar.
Babelia
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