El estilo de la primera dama
Hillary Rodham, abogada de gran éxito, tiene su propio estilo de llevar la task force (grupo de trabajo). Ha organizado a los 511 expertos en 30 grupos y se ha lanzado a una actividad febril, recorriendo el país para participar en reuniones con ciudadanos que le cuentan sus problemas.
Aun así, tiene tiempo para descubrir a los congresistas y senadores más reacios a sus planes. Steve Gunderson, congresista republicano por Wisconsin, reconoce que es dificil no admitir su capacidad e instinto político. "Además, te contesta de forma que parece que realmente has despertado su interés", afirma.
Otro congresista que atacó con virulencia el papel de la primera dama, se vio sorprendido cuando recibió su llamada proponiéndole enviar un avión para mantener una charla personal. Hasta The Wall Street Journal, que no le tiene gran simpatía por lo que llama "su instinto liberal", alude con admiración al the Hillary nod, ese pequeño movimiento de cabeza con que subraya las frases más interesantes de su interlocutor.
Dos opciones
"Hillary Rodham Clinton se ha echado sobre la espalda algo que muchos presidentes de Estados Unidos no se atrevieron siquiera a tocar con la punta de los dedos", asegura la secretaria para la Salud, Donna Shalala. Como directora (sin sueldo) de la task force, la primera dama deberá proponer soluciones para tres grandes problemas: controlar el coste sanitario, extender la asistencia a toda la población y encontrar el dinero necesario para todo ello.Sobre el papel, Hillary Rodham tiene dos opciones. Una la representa Alain C. Enthoven, un famoso economista de Stanford que lleva años proponiendo un sistema de "gestión competitiva", que consiste en agrupar a los consumidores en cooperativas que negocien los precios de la asistencia sanitaria con las compañías de seguros.
La otra opción la representa Paul Starr, profesor de Sociología de Princeton y premio Pulitzer por su libro The social transformation of American medicine. Starr defiende la "gestión competitiva", pero propone mayor acción por parte del Gobierno. Todas las empresas, por ejemplo, estarían obligadas a ofrecer seguros a sus trabajadores y el Estado fijaría un presupuesto global de gasto en sanidad.
En cualquier caso, la reforma sanitaria exigirá, entre 30.000 y 90.000 millones de dólares al año. Subir los impuestos sobre el tabaco y el alcohol no proporcionaría más de 20.000 millones. ¿Cómo hacerlo compatible con la necesidad de reducir el déficit? Algunos piensan que Clinton no tendrá más remedio que imponer un tipo de IVA. Las encuestas demuestran que el 66% de los norteamericanos pagaría más impuestos a cambio de asistencia.
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