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Ernst Jünger, en el ojo del huracán

El viejo guerrero de la 'revolución conservadora' cumple 98 años

En una anotación correspondiente al día de Año Nuevo, que aparece en la selección de los Diarios de 1992 recientemente publicada por la revista Sinn und Form, se lee lo siguiente: "Las fiestas plantean cada vez más la pregunta de si uno las volverá a celebrar". Cuando el lunes, día 29, se cumplan 98 años del día de su nacimiento en Heidelberg, a Jünger le asaltará seguramente la misma pregunta. Aunque no carece de fuentes de optimismo para contestarla; pues, en otra anotación de los mismos Diarios, el mismo Jünger cita una carta suya de 1940, dirigida a su padre, en la que decía lo siguiente: "Quizá sepas que Hufeland en su Macrobiótica, que le regalé hace años a mamá y cuya lectura te recomiendo, estima la edad normal del hombre en 200 años". De la vida y los pensamientos del autor en los últimos meses, esos Diarios recién publicados ofrecen algunos datos: "Con la salud puedo sentirme contento. Desde hace algún tiempo no oigo tan bien. Sobre todo, si el interlocutor no articula cuidadosamente me obliga a preguntar. Me intranquilizaron los puntos verdes que aparecieron en el campo visual ( ... ), la doctora Kuhn constató un riego deficiente" (1992). "Ni un solo día sin un paseo de una, o mejor, dos horas ( ... ); por la carretera de Sipplinger ruedan, casi sin pausa, los coches; ayer conté más de cien en cinco minutos, pero descubro siempre caminos colaterales. En ellos, los prismáticos son imprescindibles . El paisaje ofrece, tanto histórica como ornitológicamente, un rico botín" (21 de enero de 1992)

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Los suspiros del héroe

Historia polémica

Los 98 años de esta vida proyectan, ciertamente, una sombra muy alargada, con una historia muy poco convencional y extraordinariamente polémica. La vida de esta figura, mítica dentro de aquel movimiento que se denominó la revolución conservadora, está llena de hechos notables. Con sólo 18 años, se enrola en la Legión Extranjera, de donde le recoge, tras unos meses, su padre; meses después ya está metido en la I Guerra Mundial: teniente en el frente, cae herido más de una decena de veces y recibe las condecoraciones más importantes, entre ellas, en 1918, la Orden Pour le Mérite. Rechaza después un puesto de diputado por el NSPD en el Reichstag; rechaza también la elección a la Academia Alemana ya nazificada. Durante la II Guerra Mundial es nuevamente oficial; guerra en la que caerá muerto, en 1943 en Carrara, su hijo. De 1945 a 1949 se le prohíbe publicar en Alemania. Durante todos aquellos años había escrito obras y diarios especialmente famosos: El trabajador, Tempestades de acero, Acantilados de mármol, Radiaciones, Movilización total. Pero este hombre no sólo ha sido un guerrero entusiasta ("nosotros, los guerreros de ayer, de hoy y de mañana") que ha sentido la fascinación y el enigma de la guerra, sino que se dedicó además a "cazas más sutiles": fue un importante homme de lettres y se convirtió, asimismo, en un relevante entomólogo que ha reunido, por afición, entre 30.000 y 40.000 coleópteros o escarabajos: cinco de ellos llevan, ya para siempre, su nombre; y lo mismo dos mariposas y algunos otros insectos.En otra anotación de esos últimos Diarios, la escrita el 1 de enero de 1992, leemos lo siguiente: "El año será turbulento. No hace falta ser profeta para prever eso. Sin embargo, lo comienzo con relativo buen ánimo". Turbulencias que, probablemente, refería más a la constelación total que a la propia. Las turbulencias afectarían, sin embargo, a su persona, involucrada en dos fuertes polémicas: una, desatada por la publicación, el verano pasado, de una larguísima entrevista en la revista francesa de cultura Magazine Liltéraire, en la que Jünger hablaba del supuesto hallazgo de una nueva carta que explicaría por qué no fue depurado en el nazismo; la segunda, desatada el mes pasado por la publicación en la revista Sinn und Form, órgano oficial de la Academia de las Artes de Berlín, de una selección, de unas 20 páginas, de los Diarios dé 1992, textos hasta ahora inéditos y que demuestran lo que ya se sabía: que Jünger sigue escribiendo regularmente, conforme al lema que él mismo menciona: "Un artista no conoce perdón".

La aparición en Sinn und Form de esos Diarios provocó una áspera reacción del presidente de la Academia, Walter Jens, quien formuló duras críticas al hecho de que se ofreciera ese espacio a un autor que, además de ser "un decidido militarista", hizo en los años veinte "declaraciones extremadamente antisemitas que nunca retiró". El otro presidente de la Academia, elegido en representación del antiguo Berlín Este, el dramaturgo Heiner Müller, contestó que "el atar a un escritor de 97 años a sus delcaraciones de juventud y mantenerlo alejado, con esa justificación, de unos lectores que se han librado ahora de otras tutelas supondría un proceder que no es compaginable con el espíritu de una revista literaria independiente, ni en el caso de Jünger ni en ningún otro caso". Meses antes había habido otra polémica, más importante y dura, ocasionada por la aparición de un supuesto documento importantísimo -una carta- que alguien había hecho llegar misteriosamente a Jünger, y a la que éste le concedía un extraordinario valor explicativo. En una larga entrevista con Fréderic de Towarnicki, un fervoroso jüngerista, aparecida en el número de junio de 1992 del Magazine Littéraire de París, Jünger explica de qué documento se trata: "El documento que usted evoca es top secret, un secreto de Estado, fechado el 1 de diciembre de 1944. Lo dirige el doctor Freisler, presidente del Volksgericht, a Martin Bormann, jefe de la cancillería del führer " La carta de Freisler dice lo siguiente: "En el asunto del escritor y capitán de la reserva Ernst Jünger, me permito comunicarle que el sumario contra el anteriormente mencionado ha sido archivado por el juez instructor. Jünger había sido denunciado especialmente por supuestas expresiones defectistas durante su época en el Estado Mayor del jefe de las Fuerzas en Francia y en su escrito Acantilados de mármol, del año 1939. ( ... ). El 20 del mes pasado el führer me ha dado por teléfono, desde Wolfschanze, la orden de no proseguir más con el asunto. Heil Hitler". Jünger añade en la mencionada entrevista: "Gracias a este documento comprendo hoy, por primera vez, por qué fui desmovilizado en octubre de 1944 por orden del mariscal Keitel. En la época, aunque muchas cosas me resultaron raras, inexplicables, su último sentido me quedó oculto".

El rompecabezas

Para Jünger, el documento supondría una última pieza que completaría su puzzle biográfico: explicaría por qué el lacayo mariscal Keitel le obligó a dejar de inmediato la Armada diciéndole: "Debe pedir la baja en el Ejército". La razón de esa orden sería el miedo de Keitel a un proceso que implicase a la institución, ante lo que prefirió deshacerse de Jünger y dejarlo en manos de la Gestapo. Por su parte, la protección de Hitler se explicaría, según el entrevistador, por la fascinación que éste sentía por Tempestades de acero.El problema está en que ese supuesto documento novísimo, la carta de Freisler, ni era nuevo, ni parece auténtico, como ya puntualizó el catedrático de Friburgho Hugo Ott, autor de un definitivo libro sobre las concomitancias nazis de Heidegger, en una carta al director del Frankfurter Aligemeine Zeitung: "El supuesto escrito ( ... ) de Freisler vuelve ahora, pasados seis años, del reino del olvido para aparecer en Le Magazine Littéraire. Entonces -en enero de 1986-, el Frankfurter Allgemeine (R. Hochhut) y el Rheinischer Merkur (H. Mühleisen) publicaron en competición directa esa chapuza, que comentaron ampliamente. A pesar de que, tanto por forma como por contenido, era reconocible como una falsificación, sigue comercializándose como un documento central".

Tras esa dura carta, ocurrió algo muy poco habitual: le respondió el mismo Jünger. Primero, el 13 de julio de 1992, en una carta al Frankfurter Aligemeine, en la que Jünger concluía: "La carta del catedrático Ott revela menos una preocupación por la objetividad científica que una reacción de humor".

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