Las revistas culturales subsisten pese a todo
Los espacios para la reflexión se enfrentan a un continuo acoso
"Nada se pierde. Todo se transforma". Nadie duda de la validez universal de esta máxima aplicada a la física. Pero resulta más sorprendente su aplicación a un ámbito bastante alejado de las leyes de la naturaleza: el mundo de las revistas culturales. Contra todo pronóstico, apoyadas generalmente en las subvenciones institucionales, en la fidelidad de sus lectores y en grandes dosis de moral, las revistas de pensamiento y cultura resisten en una sociedad interesada cada vez más por los mensajes inmediatos y alejada de la reflexión y la lectura. El Ministerio de Cultura acaba de conceder subvenciones por valor de 400 millones de pesetas a este tipo de publicaciones.
Aunque no hay cifras exactas, en España existen en la actualidad casi 200 revistas culturales, que abarcan los ámbitos más variados, 56 de las cuales pertenecen a la Asociación de Revistas Culturales de España (ARCE). Además están las revistas científicas y académicas, dirigidas a un público más especializado. Sus tiradas van desde los 1.500 ejemplares hasta los 10.000 o 15.000 (cifras casi vertiginosas para estas publicaciones).Según Manuel Ortuño, vicepresidente ejecutivo de ARCE y subdirector de la revista Letra Internacional, estas publicaciones se enfrentan a dos problemas fundamentales: la promoción y la difusión. "Las revistas culturales publican cosas muy interesantes que luego no aparecen en ningún lado. Además, la difusión es una batalla muy dura. A los distribuidores no les interesa y las librerías y los quioscos están saturados de novedades".
La publicidad tampoco es un campo en el que lo tengan fácil. "A diferencia de otros países como Francia o Inglaterra, aquí sólo se manejan datos cuantitativos (la tirada de la publicación) y no cualitativos (los lectores)", señala Ortuño. La publicidad institucional representa una parte mínima de los anuncios de las revistas. Estos problemas quedan amortiguados en publicaciones que se dirigen a un público más concreto, "ya que tienen asegurada la atención del sector", como señala Luis Fernández Galiano, director de Arquitectura Viva.
Las revistas culturales vivieron dos épocas de esplendor y consiguiente caída. Durante el franquismo, publicaciones como Cuadernos para el Diálogo o Triunfo fueron foros privilegiados de debate, que allanaron el camino hacia la democracia. La transición las devoró. Unos años después, cuando por toda Europa circulaba la palabra movida, una serie de publicaciones, con La Luna como referencia, marcaban el paso de este movimiento cultural. Tampoco resistieron y casi todas desaparecieron a mediados de los ochenta. Otras publicaciones históricas, como Hermano lobo, Por favor o El viejo topo, también se fueron quedando en el camino.
Desplazamientos de polémicas
A partir de 1985, la caída de revistas disminuyó y fueron apareciendo nuevos proyectos. "Durante la transición se produjo un desplazamiento de las polémicas, de los debates, que eran la sustancia de revistas como Cuadernos para el Diálogo o Triunfo, hacia los periódicos. Sin embargo, los diarios tienen limitaciones en el espacio. El propósito de Claves de razón práctica "fue recuperar la posibilidad de discutir, hacer posible un examen más reposado", asegura Javier Pradera, codirector, junto a Fernando Savater, de Claves. Pero la influencia de estas revistas de pensamiento en la sociedad ha disminuido: "No hay resonancias, estas publicaciones no son citadas habitualmente en otros medios de mayor audiencia", añade Pradera.
El filósofo Javier Muguerza, director de la revista Isegoría, más académica, y dirigida, por tanto, a un público más reducido, señala que "la incidencia cultural de estas revistas tiene que ser como una piedra en un estanque: debe ir creando círculos concéntricos, cada vez de mayor divulgación. Así funciona en todo el mundo, pero aquí no se produce esta mediación".
El poeta y periodista Lorenzo Gomis, director de El Ciervo, decana de las revistas culturales españolas (fue fundada en 1951), no se explica muy bien el porqué de la poca incidencia de estas revistas en la sociedad: "El mundillo cultural español es una capa muy delgada. Creo que es un problema social, que no hay suficiente gente interesada".
Esta falta de interés queda reflejada en un punto fundamental: el apoyo de las instancias oficiales se ha convertido en una cuestión de supervivencia. "Sin las subvenciones no existiría casi ninguna revista cultural", asegura Ortuño. Para la redactora jefa de la revista literaria El Urogallo, Encarna Castejón, "estas ayudas representan sólo el 15% o 20% del presupuesto de la revista, pero son suficientes para mantener la cabeza por encima de la línea de flotación".
La gestión de las subvenciones pasó hace año y medio del Ministerio de Relaciones con las Cortes al Ministerio de Cultura.
Muchos responsables de revistas culturales creen que sin las subvenciones este tipo de publicaciones no podría subsistir. Pero no todos. Jacobo Fitz-James Stuart, director de la editorial Siruela y de la revista El Paseante, asegura que una revista "no puede ser muy minoritaria, tiene que comunicar y comunicarse". "Las revistas culturales deben apoyarse en su público. Las ayudas están bien, pero no pueden basarse sólo en ellas. Una revista que sólo vende 500 ejemplares no tiene mucho sentido que exista", agrega.
Para muchos proyectos, la rentabilidad económica es casi una quimera. Gomis asegura que con El Ciervo siempre se ha perdido dinero. El caso de la revista Poesía, que nació en 1977 auspiciada por el Ministerio de Cultura. En 1991, la revista pasó a coeditarse con la editorial Gran Vía, y el ministerio se comprometió a comprar 4.000 ejemplares. Aun así no se cubren gastos, y según su director, Gonzalo Armero, "para que la revista tenga un futuro cierto es indispensable un patrocinador".
Babelia
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