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Dos guardias locales apalean e insultan a los testigos de una agresión

"Maricones, cabrones, rojos de mierda". Son insultos de dos policías municipales de Madrid vertidos contra dos testigos que habían recriminado a los agentes su inhibición ante una agresión ocurrida en su presencia. Los agentes Manuel Alberto Pérez Varela y Ricardo Barbera Robles acumulan innumerables sanciones disciplinarias y penales por sus continuas fechorías e ilegalidades. Su conducta y profesionalidad les han hecho famosos entre algunos colegas suyos.La justicia -y los superiores de los agentes- llevan tiempo parándoles los pies. Ahora ha recaído sobre ellos un fuerte castigo penal: en total, cuatro años y cuatro meses de cárcel para cada uno por delitos de detención ilegal, robo, acusaciones y denuncias falsas, insultos y lesiones; además de otros dos años, también para cada uno, de suspensión de empleo y sueldo.

El magistrado José Alberto Fernández declara probado en su sentencia que Pérez Varela y Barbera Robles cometieron los actos delictivos prevaliéndose de su condición de autoridad.

A continuación relata el magistrado algunas de sus actividades delictivas: pasadas las 5.00 del pasado 1 de diciembre de 1990, los dos guardias acudieron al bar de copas Villa Rosa, donde se había producido una reyerta. "Entraron y se limitaron a entablar una conversación con los dueños del bar, sin tratar de identificar a los posibles agresores y desoyendo los continuos requerimientos de dos testigos: Aquilino Y. M. y Ángel M. J.

"De forma inesperada"

Los testigos, ante la pasividad de los policías, trataron de apuntar la matrícula del vehículo patrulla cuando los agentes se marchaban. Éstos bajaron del vehículo y reaccionaron violentamente: "De forma inesperada comenzaron a golpearlos, los esposaron y los introdujeron en el vehículo para llevarles a la comisaría. Allí formularon una denuncia contra ellos por atentado a la autoridad". Durante el traslado, los insultaron: "Maricones, cabrones, rojos de mierda...". Y volvieron a golpearlos, tras bajarlos del coche. También les cachearon: a uno de ellos, según la sentencia, le requisaron 5.000 pesetas, con ánimo de lucrarse ellos.

Sus fechorías no acaban aquí: el 22 de septiembre de 1990, cuando patrullaban por la Gran Vía, observaron a un grupo de jóvenes. Sin motivo alguno, se apearon del coche y golpearon violentamente a uno de los muchachos, al que le ha quedado como secuela una cicatriz en el labio superior. El juez no tiene pruebas de que fueran estos acusados, según reza la sentencia, los que arrebataron 50.000 pesetas, con ánimo de lucro, a Chad Asdine Kilmo, en la confluencia de las calles del Desengaño y Ballesta.

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