Confusion alemana
LAS ELECCIONES locales en el Estado de Hesse han sido la última ocasión de medir la evolución del electorado alemán antes de la consulta de 1994, que deberá, definir la composición del Parlamento y la orientación del futuro Gobierno de Alemania. En no escasa medida, las urnas han arrojado unos resultados distintos a las previsiones. Han sido unas elecciones con sorpresas y no muy agradables para los que desean una consolidación seria de la democracia. Al lado de una importante abstención del 29%, se observa una desconfianza de los electores hacia los grandes partidos, tanto los que ocupan el poder como los que podrían estar en condiciones de asumirlo, y un preocupante ascenso de la extrema derecha. Lo más sorprendente es la caída del Partido Socialdemócrata (SPD), que había cosechado un gran éxito en ese Estado en 1989 y que ahora pierde 8 puntos, quedando en un 36,4% de los votos. Es lógico que los socialistas, habiendo gobernado los municipios principales del Estado (Francfort, Kassel, Wiesbaden), sufran un desgaste en estos años difíciles. Pero el hecho grave es que el SPD, que en el ámbito nacional es el principal partido de oposición, no logre presentar una alternativa atrayente a la ciudadanía cuando el Gobierno de Kohl, con un crecimiento cero de la economía, atraviesa por dificultades cada vez más insuperables. En los temas que acosan al país -el gasto inmenso de la unidad; una inmigración de medio millón de personas, sobre todo de países del Este; la necesidad que tiene Alemania de contribuir a las acciones de defensa de la paz de la ONU- el SPD no ha sido capaz de trazar una política alternativa y se ha dedicado a pequeñas batallas paralizadoras de la acción gubernamental. Los resultados de Hesse indican que no es el buen camino y quizá ello ayude a una reflexión correctora en las filas socialistas.
Un dato que despierta gran inquietud es el crecimiento de la extrema derecha, que bajo la bandera de los Republikaner ha alcanzado un 8,3% de votos. Aun sin olvidar que varios partidos pronazis sumaron en 1989 un cerca del 5%, este ascenso del voto ultraderechista hace temer que los reps puedan terminar instalándose en el futuro parlamento federal de Bonn, con opciones para convertirse en el tercer o cuarto partido alemán. La popularidad de su demanda de cortar la llegada de extranjeros -base de su campaña- explica su avance, junto a la herencia del antiguo voto pronazi. Además han tenido la habilidad, discutible en su verosimilitud, de distanciarse de las acciones violentas de los neonazis. En todo caso, este resultado indica que el problema de la inmigración exige medidas de gobierno que, respetando el derecho de asilo, permitan controlar el flujo de extranjeros.
Pero el progreso sustancial de los Verdes (obtuvieron el 11 % de los votos), incluso en ciudades en que han participado en el Gobierno con el SPD, indica que el criterio ante el problema extranjero no es uniforme. Los Verdes han sido los más audaces en una política generosa y abierta hacia los inmigrados, y, con ello, han ganado votos. Por otra parte, la solución neta del problema interno del ecologismo, con el triunfo de los realistas y la derrota del fundamentalismo, les ha permitido ganar influencia. Estamos ante un fenómeno europeo que seguramente se verá confirmado en las próximas elecciones francesas. En la izquierda europea moderna los Verdes tienen un lugar importante. Si el SPD lograse en 1994 retomar al poder, es casi inimaginable que pudiese hacerlo sin los Verdes.
En cuanto a los dos partidos de la coalición gobernante, democristianos y liberales, con un 32% y un 5,1 % respectivamente, han mantenido su porcentaje con pérdidas inferiores a las previstas. Es lo mejor que podían esperar. En todo caso, el barómetro de Hesse complica las previsiones de 1994. Aparece una gran confusión en la Alemania política, sin evoluciones claras.
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