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Grave derrota parlamentaria del Gobierno británico en la ratificación de Maastricht

Enric González

El Gobierno británico vivió ayer otro de sus frecuentes días negros. Tal vez el más negro hasta ahora. El grupo de conservadores rebeldes alzó más alto que nunca el estandarte de la oposición a Maastricht y consiguió ver derrotado a su propio Gobierno en la votación de una de las enmiendas al tratado. El proceso de ratificación seguirá, aunque con un retraso adicional. El gran perjudicado no fue el Tratado de Maastricht, sino el primer ministro, John Major, cuya debilidad quedó en evidencia. La rebelión anti-Maastricht, protagonizada por una treintena de diputados, está resquebrajando gravemente el Partido Conservador y proyecta un interrogante sobre el futuro de Major.

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Un Gobierno 'quemado'

El Gobierno de John Major está acostumbrado a los calvarios, pero el de ayer superó todos los precedentes. Todo un peso pesado del Gabinete, el ministro de Industria Michael Heseltine, tuvo que comparecer en un programa radiofónico de la BBC para rogar (él mismo enfatizó que no pedía, sino rogaba) a los tories rebeldes que no se unieran a la oposición laborista y liberal-demócrata a la hora de votar una enmienda secundarla al tratado de Maastricht.Tras la humillación, el insulto: los rebeldes se carcajearon de Heseltine y, envalentonados ante la obvia debilidad ajena, acusaron al Gobierno de "rogar sólo cuando comprueban que no cedemos a sus chantajes" y anunciaron que seguirían oponiéndose al tratado "con uñas y dientes". Mientras tanto, el thatcherista y feroz euroescéptico Norman Tebbit se permitió afirmar en la Cámara de los Lores que "la Comunidad Europea está dominada por la Mafia".

El casi patético mensaje radiofónico de Heseltine constituía el último eco del lanzado por el propio primer ministro, John Major, el sábado pasado. "No podemos permitirnos el lujo de la desunión", afirmó Major, recordando al partido que su mayoría parlamentaria era de sólo nueve escaños. En días anteriores, John Major intentó ganarse el apoyo parlamentario de los unionistas norirlandeses y de los liberal-demócratas, sin recibir más que evasivas desdeñosas.

Proceso interminable

La enmienda de ayer, la número 28, se refería a la composición del Comité de las Regiones, un apartado marginal del tratado de Maastricht. Los laboristas, autores de la enmienda, pedían que los representantes británicos en dicho comité fueran miembros electos de las corporaciones municipales. Se trataba de una oportunidad excelente para que los tories rebeldes se pasaran a la oposición y avergonzaran a un Gobierno por el que ya no disimulan su desprecio. Consiguieron su propósito: la enmienda salió adelante por 314 votos contra 292. Unos veinte tories votan contra su Gobierno y otros diez o doce se abstuvieron. El alto número de rebeldes hace imposible que el partido tome represalias contra ellos.

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La enmienda aprobada ayer deberá ser objeto de informe parlamentario y nuevo debate, con lo que el interminable proceso de ratificación se alargará entre dos y cuatro semanas más. Durante la tarde de ayer, y hasta el último momento, los líderes conservadores buscaron fórmulas para evitar la derrota. Casi todas ellas pasaban por el aplazamiento de la votación (que pidieron a la Cámara, y no obtuvieron) o por la pura rendición: aceptar la enmienda laborista, pactando que ésta se plasmara legalmente en la Cámara de los Lores, para no entorpecer aún más el presente trámite en los Comunes. Al final, el Gobierno decidió plantear batalla, aún sabiendo que estaba perdida de antemano.

La impotencia de Major ante las banderías de un puñado de rebeldes, crudamente expuesta ayer, no sólo consterna a los demás gobiernos comunitarios, hartos ya de esperar que el Reino Unido se incorpore a Maastricht. También empieza a exasperar al grueso del Partido Conservador, y al público británico.

Sir Marcus Fox, presidente del Comité 1922 (que agrupa a los diputados conservadores sin cargo en el Gobierno) calificó de llescándalosa" la actitud de sus compañeros rebeldes. Otro diputado tory, Terry Dicks, afirmó que constituían "una deshonra para el partido". Las palabras de Dicks tuvieron una especial resonancia, porque fueron pronunciadas desde el hospital, junto con la promesa de que iría en ambulancia a Westminster para votar a favor del Gobierno.

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