"Yo no soy racista, pero la inmigración..."
La crisis económica dispara el voto ultraderechista en los barrios obreros de Francia
"Yo no soy racista, pero la inmigración... " es una frase que se oye comúnmente cuando se pregunta a un taxista de Lille o a un camarero de Niza si existe un problema de racismo en su sociedad. Los políticos, los profesores, los periodistas afirman, con datos en la mano, que el problema no existe. Francia, aseguran, sigue siendo un país con una gran capacidad para integrar a gentes de todos los continentes. Los incidentes violentos son escasos, y el Estado francés es un ejemplo por las prestaciones que ofrece al recién llegado. Sin embargo, el voto del Frente Nacional crece en barrios obreros de Roubaix, Marsella, Niza o París por la sola razón de que ofrece medidas drásticas contra la inmigración.
"Con ustedes los españoles, o con los portugueses, o los polacos no hay ningún problema. Se integran bien, tienen la misma religión que nosotros, costumbres parecidas. Pero ellos...".Ellos, para el dueño de una brasserie de este suburbio del norte de París, son los beur, los árabes, los culpables de todos los males que afligen a esta sociedad, que, en su opinión, padece una crisis de autoridad que se traduce en delincuencia y tráfico de drogas. Pero sólo hay que pasear por estas calles de Saint-Denis, barrio obrero y antiguo bastión comunista del norte de París, para saber quiénes son protagonistas de este conflicto que afecta a los sectores más golpeados por la crisis: obreros en paro, clases medias empobrecidas emigrantes de primera generación que comparten una geografía urbana con escasos horizontes.
Tal vez sea esta tensión soterrada, latente, la que está provocando pequeños sismos políticos, con los consiguientes movimientos de votos, cada vez que hay elecciones en estos barrios. En las últimas elecciones regionales, el 22 de marzo de 1992, el Partido Comunista Francés (PCF) sufrió aquí una auténtica hemorragia de votos, mientras que el Frente Nacional surgía con fuerza. Así el PCF, que en. la primera vuelta de las elecciones legislativas de 1988 había obtenido en Saint-Denis un 43,81% de los votos, cayó en las regionales del año pasado al 25,92%, mientras el Frente Nacional de JeanMarie Le Pen alcanzaba un 24,16%.
Los sociólogos y los economistas hablan de la "sociedad dual" que está creando la crisis y la reconversión del sistema económico: una parte próspera, que tiene acceso a los bienes de consumo y a una cierta movilidad social, y otra marginada, depauperada, sostenida por la asistencia social. Es en este segundo sector, al que se ven arrojados muchos franceses junto a muchos inmigrantes, donde crece la. tensión racial que alimenta el nacionalpopulismo lepenista con su discurso xenófobo, y que tiene entre los jóvenes cabezas rapadas la tropa violenta que protagoniza los incidentes raciales. Pero aunque los barrios periféricos de París están lejos de parecerse al Bronx neoyorquino o al sur de Los Ángeles, una delegación norteamericana, que el pasado mes de diciembre recorrió varias capitales francesas, ha advertido sobre los riesgos de conflicto que padece la sociedad francesa. La delegación, formada por miembros del Partido Demócrata y de policías como Bruce Hagearty, de Los Ángeles, o John Coleman, de la DEA (agencia antinarcóticos estadounidense), aseguran en su informe que si la "sociedad francesa no integra mejor a los grupos étnicos en su economía va a conocer problemas de seguridad urbana idénticos a los de EE UU".
Michel Wieviorka, director de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS), que ha dirigido un amplio estudio sobre el racismo en estas zonas urbanas deprimidas, La Francia racista, considera que la fuerza con la que crecen los prejucios frente al árabe, al inmigrante, al negro y al gitano es impresionante".
La quiebra de una jerarquía social tradicional, deshecha por el desempleo, que coloca al nacional al mismo nivel que al inmigrado en su búsqueda de vivienda, escuela, trabajo o auxilio social, crea fuertes sentimientos de desprecio, de rencor no sólo frente al extranjero, que es visto con un competidor ilegítimo, sino frente a los gobernantes y los medios de comunicación.
Michel Wieviorka subraya que la "sociedad industrial constituye un importante factor de integración que, al desaparecer, crea un vacío que tiende a llenarse con otras identidades culturales más o menos renovadas, nacionalistas, religiosas, y tras ellas, indentidades biológicas que son el sello del racismo propiamente dicho".
Dificultades de adaptación
El problema real, señalan algunos especialistas, es que Francia sigue recibiendo anualmente a 100.000 inmigrantes, de los que el 80% no tendrá trabajo y la mayoría tendrá graves dificultades de adaptación, dada su falta de cualificación profesional.Los economistas explican que Francia, como la mayoría de los países europeos occidentales, no necesita en este momento mano de obra, por lo que toda esa población pasa a engrosar ese 20% que se ve condenado al desempleo, la pobreza y la delincuencia. El círculo de la marginación hace que las cárceles acojan una presencia proporcionalmente mayor de población inmigrante, lo que a su vez sirve de coartada a la extrema derecha para realizar sus campañas.
La inmigración, el racismo, no aparecen, sin embargo, como grandes prioridades en los programas de los partidos políticos en esta campaña, en la que la mayor preocupación sigue siendo el empleo. La pregunta que se formuló en un artículo Valéry Giscard d'Estaing hace un par de años -¿Inmigración o invasión?- suscitó tal tormenta política contra este dirigente de la derecha liberal que el tema ha sido apartado de la primera línea de fuego. Sólo el Frente Nacional sigue machacando ese flanco: bloqueo total de la inmigración, reforma del código de la nacionalidad, aplicación del principio de la "preferencia nacional", separación de las "cuentas sociales" entre nacionales e inmigrantes y expulsión inmediata de los inmigrantes que no trabajan, ya sean inactivos o parados.
Pero el sentimiento de inseguridad social que crean las crisis económicas, las épocas de transición en las que se registra una cambio tecnológico profundo, son normales, en opinión del profesor Jean Luis Thiebault, del Instituto de Estudios Políticos de Lille. "Le aseguro que la máquina de integrar franceses funciona", afirma este profesor que considera que la escuela pública gratuita y obligatoria sigue siendo un elemento muy importante para la asimilación de la población extranjera.
Francia cuenta en este momento con una población extranjera que supone el 6,4% del total, una cifra importante si se la compara con la española, menos del 1%, pero sensiblemente inferior a las cifras de Alemania o Suiza. Su desafío, afirman los expertos, es saber responder a la señal de alarma que suponen los brotes de xenofobia o de racismo no descalificando a sus protagonistas, sino ofreciendo soluciones a las causas que las generan.
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