Un enclave islámico en el corazón de EE UU
La mezquita de Macium Alsalam de Nueva Jersey alienta el terrorismo árabe según el FBI
Después de todo lo que el FBI (Buró Federal de Investigación) ha dicho sobre el lugar, uno sube la larga y empinadísima escalera que lleva hasta la mezquita Masjum Alsalam con ciertas reservas. Casi treinta escalones separan el bullicio de una agitada vía comercial de Nueva Jersey de este modesto enclave del islam en el corazón del demonio imperialista. Una foto de Jerusalén, p unos cuantos letreros en árabe y un aviso en inglés para que los paquetes sean dejados en la planta baja: eso es todo lo que se puede ver en el lugar que la policía estadounidense considera como el centro de inspiración espiritual de Mohamed Salameh y de casi todo el terrorismo árabe radical en Estados Unidos.
Se abre la puerta, burdarnente protegida con unas chapas de metal, que se encuentra al final de la escalera. Al otro lado aparece un joven de pelo corto, barba poblada y una expresión dura en el rostro, como esas caras que se han visto tantas veces en las manifestaciones de Teherán o entre los deportados palestinos. Sus modales son muy educados, y su inglés, impecable. Se identifica como Ahmed, recoge sus zapatos de una fila de sandalias y zapatillas que marca la entrada a la sala y la cruza hasta el rellano.
-¿Está el jeque Omar Abdel Ramán o alguna autoridad de la mezquita?
-Nadie quiere hacer declaraciones en estos momentos.
-¿Cómo son las cosas aquí desde que la policía trata de vincularlos con el atentado de las Torres Gemelas?
-Todo es normal.
-¿Continúan con sus actividades regularmente?
-¿A qué actividades se refiere?
-Actividades religiosas, por supuesto.
-Todo es normal.
-¿Qué están haciendo ahora ahí adentro?
-Estamos cumpliendo con las obligaciones del islam. ¿Qué más se puede hacer aquí? Lo mismo que en las iglesias cristianas que hay en esta misma calle.
_¿No quiere hacer ningún comentario sobre las cosas de las que se le acusan a esta mezquita?
-Estamos preparando una declaración oficial.
Un sólo coche de policía vigila la entrada al lugar, situado en el número 2824 del Kenned,
y Boulevard, entre una tienda de juguetes y una joyería, en la localidad de Jersey City, a unos 4.5 minutos en coche desde Manhattan.
Tiendas baratas
La zona está habitada casi al ciento por ciento por emigrantes. En las proximidades hay varios restaurantes de estilo árabe, pero también otros coreanos, italianos y chinos. Entre los que caminan por la avenida principal, llena de tiendas baratas y de negocios de cambio de moneda -y pago de cheques, abundan las familias árabes, negras e hispanas, pero no son calles de violencia y miseria como las del Bronx; las casas de los alrededores están bien cuidadas y la vida en este fin de semana parece transcurrir en un clima apacible. "El 99% de los emigrantes que viven aquí ha dejado sus ideas políticas atrás", afirma el alcalde de Jersey City, Brett Shundler.
La llegada de los grupos islámicos integristas a la mezquita Masjum Alsalam coincide con la entrada en Estados Unidos del jeque Abdel Ramán, que consiguió cruzar las fronteras con un simple visado de turista, pese a figurar ya en las listas de sospechosos del FBI por su supuesta vinculación con el asesinato del presidente de Egipto Anuar el Sadat en 1981.
Abdel Ramán es un personaje que parece salido de una película de terror. Ciego desde que era. un bebé, tiene el ojo derecho en blanco y el izquierdo casi completamente cerrado. Luce un Iarga barba blanca, tiene un marcadísimo entrecejo, viste con ropas blancas de clérigo y va siempre rodeado de un grupo de jóvenes dispuestos a dar la vida por él.
Los vecinos de la mezquita no recuerdan que los asistentes hayan provocado nunca escándalos, ni son vistos como una amenaza por quienes viven allí. Lo que sí han apreciado es un creciente movimiento de personas en los últimos meses. La oración de Abdel Ramán ha atraído a musulmanes no sólo de Jersey City, sino de otras zonas próximas a Nueva York. "La mayoría de la gente que se ve entrar son jóvenes con barbas, pero siempre se han comportado de forma muy discreta", dice el empleado de una gasolinera próxima.
Al final de la oración, algunos grupos se reúnen en la puerta a leer Al Ahram, el principal periódico egipcio, que llega casi a diario a esta zona del Estado de Nueva Jersey. La mayoría de esos jóvenes viven en pequeños apartamentos que comparten entre media docena de personas.
Mohamed Salameh, el detenido, en relación con el atentado del World Trade Center, vivía en una casa de Kensignton Avenue, en la misma Jersey City, con otros cuatro árabes, dos de ellos mujeres. Los vecinos de ese barrio de trabajadores, igualmente aseado y relativamente confortable, recuerdan que en la casa de Salameh había gran actividad nocturna, pero nunca presenciaron altercados. La policía cree que en ese apartamento, en la planta baja del número 34, se organizó el plan del atentado del 26 de febrero. Nadie lo diría al ver en la puerta un par -de niños orientales jugando y una anciana paseando al perro.
Un hombre de 40 años que acompaña a su mujer a las compras del sábado reconoce que él asiste algunas veces a la mezquita Masjum Alsalam y ha escuchado a Abdel Ramán: "Habla sobre todo del Corán y de la fe. Hay también comentarios sobre lo que sucede en Oriente Próximo y, obviamente, la mayoría de los que están allí no están muy contentos con la política norteamericana, pero nadie va a llegar hasta los extremos de ese atentado. Yo no creo que haya sido el que la policía dice".
Los árabes de la zona temen que la campaña desatada tras este atentado, como ocurrió durante la guerra del Golfo, le haga la vida más difícil aún a la población procedente de Oriente Próximo. "Incluso aunque esta persona que han detenido sea culpable, incluso aunque sea árabe y musulmán, eso no da derecho de acusar a- toda la comunidad por los delitos de una persona", afirma el presidente del Comité Árabe-Norteamericano contra la Discriminación, Albert Mojaidir, quien considera que acusar al islam por los delitos de Salameh es como acusar a la cristiandad por los crímenes de la secta de Waco.
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