"Si no se estorba, no sirve"
La manifestación empezó antes entre los automovilistas que entre los agricultores. A partir de las 11.15 de ayer, la avenida de América se convirtió en una ratonera: estaba cortada la entrada a Madrid para que comenzara la marcha verde. Los agricultores, a sus anchas, aprovecharon para invadir también el carril de salida: nadie se lo impidió.En pocos minutos se formó un atasco monumental, tanto en la autopista de Barcelona como en la calle de María de Molina. Los viajeros que llegaban de Barajas se bajaron a la altura de la calle del Padre Xifré y echaron a andar tirando de las maletas.
El profesor Alberto Artola llevaba equipaje ligero. "Vengo de Valencia y llego tarde a la cita en el Ministerio de Educación. Estas cosas deberían estar reguladas", decía sin dejar de apurar el paso. Kennet Fuller, militar norteamericano destinado en Rota, también tenía propuestas: "Las manifestaciones hay que hacerlas fuera de las ciudades, porque con estas molestias se pierde el apoyo de la ciudadanía".
Solidaridad
La opinión de este muchacho de Georgia no coincidía con la de muchos madrileños, que aguantaban la molestia con bastante solidaridad. "Los agricultores tienen razón. Además, si no se estorba, estas protestas no sirven para nada. Lo malo es que los pobres madrileños no tenemos culpa de nada y lo sufrimos todo", analizaba Alberto Santías al cabo de media hora de parón.En la autopista los conductores hacían corrillos.
"Puf, yo iba primero para Legazpi, y, como estaba cortado, he tirado para acá a traer otro de los encargos", planteaba Javier, repartidor. "El guardia me ha dicho que va para largo y que me puedo ir a comprar un bocata".
"Todo el mundo tiene que venir a liarla aquí. Que lo hagan en su autonomía, que para eso están", replica otro compañero de oficio, Jesús. En éstas se acerca el guardia urbano. "Paciencia, mucha paciencia", es su única solución. Hasta la pareja de la Guardia Civil que escoltaba los autocares queda atrapada en el atasco. Como el resto, apaga el motor. Dos ejecutivos alemanes combaten la desesperación. A las 12.20 siguen en María de Molina. "El avión sale a las 13.10", dicen resignados. Los comerciantes del recorrido miran a la calle. "Cuando hay manifestación, la clientela baja", explica José Saab.
A las 14.00 horas, cuando la marcha enfila ya la plaza de España, el inspector de autobuses Víctor Manuel García se lamentaba en Callao. "De los 50 autobuses que tengo a mi cargo, sólo sé dónde está uno". El vicepresidente segundo del Senado, Clemente Sanz (PP), ya había abandonado el atascado coche oficial y seguía a pie.
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