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Woody Allen, fuera de concurso, vuelve a la altura de sus obras más logradas con 'Maridos y mujeres'

ENVIADO ESPECIAL Todo lo que la sección oficial no fue capaz de conseguir, salvo en un par de ocasiones, en 12 días y casi 30 proyecciones, lo logró la sección Panorama en la hora y media que dura la última película de Woody Allen, Maridos y mujeres, en la que el cineasta neoyorquino -que en los últimos años había perdido ostensiblemente inventiva, rigor e inspiracion- vuelve a la altura de sus obras más logradas.

El filme, terminado poco antes de que estallase el escándalo familiar en el que Allen y Mia Farrow han ocupado durante meses las primeras planas del sensacionalismo mundial, preludia esta terrible crisis familiar, la ilustra indirectamente y arroja una luz oscura y pesimista sobre ella.

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El último berlinés

Maridos y mujeres entusiasmó; y es una película de estreno inminente en toda Europa, que hará verter mucha tinta. En el umbral de una situación personal devastadora, Woody Allen afina su ingenio y recupera la plenitud de su talento.

Fin de la competición

La competición terminó con el filme ruso-danés dirigido por Morten Arnfred La cantante rusa, y el francés El pequeño apocalipsis, dirigido por Costa-Gavras. La primera es una película de amor y de intriga policiaco-política, ambientada en el Moscú actual. Recuerda mucho argumentalmente a las novelas de John Le Carré y está muy bien compuesta e interpretada, mantiene el interés y sostiene con imágenes sólidas la idea de que la guerra fría se mantiene todavía bajo cuerda. Es una obra agradable de ver, pero formalmente un poco convencional, casi de género, lo que la hace impropia de un festival.La película de Costa-Gavras era esperada con mucho interés, no sólo a causa del renombre del realizador y del éxito mundial de su película La caja de música, sino también por el hecho de que con ésta su adaptación de la novela de Tadeusz Konwicki El pequeño apocalipsis el cineasta griego ha pretendido hacer hablar, casi en primera persona y con todo desgarro, a los derrotados -como él mismo- en el fin de la caída del comunismo: esos "hombres nuevos nacidos de la derrota de sus ideales", en sus propias palabras.

Pero el filme ha sido destinado por la organización de la Berlinale, y pese a estar en concurso, a ocupar la sesión de clausura del festival, y esto le hace escapar del alcance de esta crónica. Únicamente en la reseña de la clausura podremos dar mañana noticia directa de él y de hasta dónde llega su muy ambiciosa idea.

Se proyectaron también fuera de concurso la alemana Gorilla bathes at noon, dirigida por Dusan Makavejev, que no tiene mucha entidad pese a sus pretensiones de originalidad, y la película estadounidense Used people, protagonizada por Shirley MacLaine y Marcello Mastroianni, que es correcta, tiene ternura, sentimentalismo y algunas que otras gracias, pero que sigue sin dar la talla para un festival internacional que empezó con fuerza y poco a poco ha ido debilitándose hasta llegar a los alrededores de la nada.

Volcada este año hacia el cine europeo, la Berlinale nos ha ofrecido una pobre y deprimente imagen de éste.

[Victoria Abril fue premiada la noche del sábado, junto a otras cuatro actrices, con la Cámara de la Berlinale, por su relación con este certamen, que les ayudó en sus inicios a conquistar el reconocimiento internacional. Bruno Ganz le entregó el trofeo.]

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