"La coca es el botiquín del Altiplano", según el antropólogo aimara Mauricio Mamani
El hecho de que los indios del Altiplano andino lleven siglos y siglos utilizando la hoja de coca como fuente energética y medicinal y como elemento cultural , religioso y adivinatorio debe ser tenido en cuenta en el mundo actual, según Mauricio Mamani, antropólogo aimara y ex ministro de Asuntos Campesinos de Bolivia, que hasta marzo dirige un curso en la Casa de América sobre Cosmología andina, coca y medicina tradicional en Bolivia.
"En el Altiplano", dice Mamani, cuyo apellido significa águila (fue ministro boliviano de Asuntos Campesinos y Agropecuarios en 1985 y hoy preside una organización indígena internacional, el Parlamento Indioamericano del Cono Sur), "usted no encontrará muchos hospitales o farmacias. De ahí que la coca sea el botiquín más importante de las familias".Mamani diferencia perfectamente entre la cocaína ("un veneno industrializado") y la hoja de coca, de utilización tradicional en las poblaciones indígenas. "La coca posee vitaminas, minerales y 13 alcaloides: la cocaína, que se extrae mediante un proceso complejo, es uno de ellos, y el único del que se habla. Los japoneses tienen su alcaloide en el té verde; los argentinos o paraguayos, en el mate; en Europa, la lechuga. En un medio natural como los Andes, donde existe deficiencia nutricional, la hoja de coca, mascada o en infusión, es un complemento alimenticio, un energético indispensable contra el cansancio y el soroche (mal de altura), y un digestivo. Y se usa como cataplasma, o para la tos, las pulmonías, las diarreas, o de antiinflamatorio".
Nada sin coca
Desde el punto de vista antropológico, la hoja de coca es inseparable de la mente andina. "Todo puede faltar menos la coca", es dicho popular. No hay fiesta civil o ceremonia religiosa -por supuesto de origen anterior a la llegada del cristianismo- sin presencia de la coca. "Es muy importante en la adivinación, un arte que se transmite de padres a hijos o que se supone innato en gente predestinada, como aquellos que, al caerles un rayo, están señalados sobrenaturalmente", dice Mamani.La coca se lee: "Al echar las hojas de coca, depende de la Figura que compongan al caer, se adivina: hay 45 figuras. La hoja, incluso, se utiliza en las decisiones, diríamos, judiciales de la comunidad, ahí donde el derecho romano no cuenta, por extraño a la tradición". La coca es elemento indispensable en los tratos y, en el inicio de las conversaciones entre viajeros. Su uso sólo se prohíbe en la cultura andina a los niños.
Mamani habla con respeto de esa tradición. "En Bolivia un 70% de la población. somos aimaras o quechuas. Ahora empezamos a enorgullecernos públicamente de serlo, pero sigue existiendo una gran discriminación: muchos indios, agobiados, cambiaron de apellido, y los Mamani se hicieron Maidana, los Cóndores se hicieron Condes. Yo fui uno de los primeros que, a partir de 1952, pudo estudiar".
Es sumamente crítico con las alternativas al cultivo de coca puestas en marcha por el Fondo de Naciones Unidas para la Fiscalización del Uso Indebido de las Drogas (UNFDAC) y por Estados Unidos en la zona de Yungas desde 1986. "Pagaron 2.000 dólares por familia para dejar la coca y plantar café catorra, no autóctono, pero no calcularon que, al tumbar los árboles siquilis, privaban al suelo de sombra, y el café fracasó. De modo que los indígenas volvieron a plantar cocales, porque esperar a que de nuevo crezcan los siquilis sería locura. No sé si pensar que la ONU y los EE UU son tontos: quizá es que ese fracaso beneficia en realidad a muchos interesados".
Plantaron tantos nuevos que ahora hay excedente. "Eso nos da miedo, porque ese excedente puede ser desviado fuera y transformado en cocaína, perjudicando así a los campesinos cocaleros. La alternativa que proponemos es una farmacopea artesanal, de jarabes, pomadas, parches, pastas de dientes e infusiones de mate de çoca", añade Mamani.
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