Taurinos el callejón
Palomo / Rondino, Califa, Romerito
Toros de Palomo Linares, bien presentados, encastados, nobles. Rondino: bajonazo delantero descarado que asoma, metisaca bajo, bajonazo delantero, rueda de peones -aviso con retraso-, seis descabellos y dobla el toro; el presidente le perdonó otro aviso (silencio); estocada corta baja; el presidente le perdonó un aviso (silencio). El Califa: pinchazo hondo tendido trasero, rueda de peones y estocada corta trasera (oreja protestada); estocada trasera, rueda de peones, cuatro descabellos-avisocon retraso- y 10 descabellos (silencio). Romerito: pinchazo y estocada (vuelta); bajonazo (aplausos). Plaza de Valdemorillo, 5 de febrero. Segunda corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Los taurinos propios de los espadas actuantes suelen trasegar por los callejones de las plazas de toros pegando gritos. Es su sitio el callejón. Ya no parece tan claro, en cambio, que sea su cometido trasegar y gritar. Quienes tienen esta costumbre la acentúan cuando apoderan novilleros, como era el caso en Valdemorillo. Pero si, además, son ponedores, les puede dar un síncope.El callejón del valdemorillense coso fue trasegado ayer sin la menor consideración a su angostura, y los novilleros gritados con tanta vehemencia debieron dejarlos sordos. Los mismos toros pudieron quedarse sordos también, ya que estaban allí cerca.
En estas circunstancias, naturalmente, no se podía torear. Una cosa es gritarles a los novilleros el consejo preciso en determinado momento de la lidia, y otra bien distinta volverlos locos. La situación se complica cuando el pupilaje lo comparten varios apoderados y ponedores, pues cada cual tiene su ocurrencia, todos se creen con derecho a gritarla, y el torero no sabe a quien atender. Suele debatirse entre cuatro opciones: una, la supuesta autoridad técnica del que posee cierta experiencia en el taurinismo; dos, la comprobada autoridad moral del ponedor, pues ha puesto buen dinero en su lanzamiento, y si no le saca la rentabilidad prevista, puede armar un Dos de mayo; tres, el propio toro, para cuyo dominio se debería hacer cualquier cosa menos lo que están gritando el apoderado y el ponedor; cuatro, salir corriendo, irse a la discoteca y que toree Lagartijo.
Afortunadamente, en la meritada ocasión, los taurinos propios de los espadas (algunos, por lo menos) coincidían en gustos y aficiones, y gritaban "¡La derecha!", como un solo hombre. Salieron seis novillos de irreprochable estampa, nobles, encastados, cada uno de los seis con las características correspondientes a su temperamento, y a los taurinos sólo se les ocurría gritar que los torearan con la derecha.
¡Lo que faltaba!: en plena epidemia derechacista, los taurinos aconsejándoles a sus pupilos que peguen derechazos. No deja de ser una revelación y ya empezamos a saber de donde viene la feroz propagación de esta enfermedad perniciosa. El cuerpo del delito, mientras tanto, se exhibía en el polvoriento redondel del coso. Los tres espadas, en efecto, no tuvieron ningún inconveniente en pegar cientos de derechazos. Sin embargo no abusaron demasiado y ensayaron también el natural; las cosas como son. En general con relativo acierto y los tres incurrían en un toreo atropellado. Rondino parecía más empeñado en hacerlo con arrojo que con arte, aunque lo tiene (quizá necesitaba demostrar su valor a los taurinos propios); El Califa ensayaba las suertes de frente, abriendo el compás, y el detalle complació a la afición; Romerito corrió estupendamente la mano en unos naturales. Ahora bien, el conjunto de sus actuaciones quedó bastante confuso y un poco plúmbeo. Quieren ser toreros, no cabe duda; solo que no los dejan. Y a uno de ellos, al acabar, incluso le pegaron la bronca. Es verdad: para estos resultados, seguramente habrían estado mejor en la discoteca.
Babelia
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