Venganza, perdón, fascismo
La muerte y la doncellaDe Ariel Dorfman. Intérpretes: Paulina Salas, Gerardo Escobar, Roberto Miranda. Escenografía y vestuario: Alfonso Barajas. Dirección: Ariel Dorfman. Teatro Maravillas, 3 de febrero.
Las preguntas de Arlel Dorfman (argentino-chileno y neoyorquino, universal) en esta obra brotan a partir de las leyes que en los dos países dejaron sin limpiar de culpables los crímenes de las dictaduras fascistas. Fascista es la palabra que se emplea un par de veces en el texto para resumir el complejo formado en torno a los militares que asaltaron el poder; sus torturas, sus desapariciones.
La situación dramática es la convivencia de represores y reprimidos; la venganza del torturado y la sensación de que esa venganza le equipara al torturador, y que "nosotros", se dice también en la obra, "no somos iguales": hay una distinción básica entre sistemas democráticos y fascismos, y parte de esa lucha sin fin a la que suele llamar democracia, tan llena siempre de corrupción y miedo de manera que las leyes de olvido, o de reconstrucción de la convivencia, parecen, sobre todo, movimientos de cobardía. No es éste el lugar de debatirlo, puesto que la comedia tampoco lo es exactamente, sino un caso dramático, o la división en tres personajes de la venganza, la moderación, el recuerdo más o menos culpable.
Lógicamente no están solos esos símbolos, sino también las relaciones humanas entre los tres personajes -torturador / torturado, víctima / vengadora, marido / jurista- y unas maneras de abordar la corrupción, de no dejarse ganar por ella; si se ha representado en más de 40 países, es probablemente porque entra en una situación común, en una psicología circunstancial, en un sistema de dolores y venganzas y de cruces entre las ideologías y los impulsos que a todo el mundo puede afectar. Algo que le falta al teatro. Es irrelevante tratar de fijarse así si las situaciones son verosímiles o no, si las entradas y salidas están justificadas, o si el azar representa una parte excesivamente importante: la carpintería y la justificación son temas que se han ido perdiendo, afortunadamente, en el teatro, salvo en el meramente mecánico, para tratar de llegar a situaciones más importantes, y a debates de más altura.
La interpretación de María José Goyanes es extraordinaria en la mujer que ronda entre la locura, la venganza, el recuerdo y el presente; y en la respuesta de Enric Majó, torturador apresado. El papel más débil de todos, sin duda porque Ariel Dorfman no ha tenido la voluntad íntima de dar una razón a su lógica de restaurar la convivencia en el país, es el del marido y miembro de la comisión investigadora, que interpreta Gerardo Escobar. Escueto como la acción y el diálogo seco y directo es el decorado, en el que se mueven los actores sin lógica, o sin relojería de pequeños movimientos. Así se mueve el director, Omar Grasso, que ha ido directamente, parece" a los momentos o situaciones culminantes, donde está la importancia de la obra.
Babelia
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