Falta de rigor
Para hacer cualquier tipo de película, aparte de otras muchas y diversas cosas, se requiere un minucioso rigor. Tanto en lo referente a los detalles de la historia que se tiene entre manos como a su posterior puesta en imágenes. Cualquier fallo a estos niveles repercute con claridad sobre el resultado final, que fácilmente puede convertirse en poco más de una suma de errores, en una demostración de total falta de rigor.Esto es lo que ocurre en El beso del sueño en la medida que existe una evidente falta de rigor en la forma de estar concebido el guión, -en su estructura y en la entidad de sus personajes. Y asimismo continúa en el momento del rodaje, desde la elección de decorados hasta el vestuario, sin olvidar la narrativa cinematográfica propiamente dicha, la planificación, la manera de enlazar unas escenas con otras.
El beso del sueño
Director y guionista: Rafael Moreno Alba. Fotografía: José García Galisteo. Montador: Pedro del Rey. España, 1992. Intérpretes: Maribel Verdú, Juan Diego, Eusebio Poncela, Tony Isbert, Valentín Paredes. Estreno en Madrid: Coliseum, Benlliure, Novedades, Aluche, Albufera.
La historia que intenta narrar es una muy irregular mezcla de noticias que de alguna manera llenaron las páginas de la prensa hace dos o tres años. En especial, la de la prostituta que droga a sus clientes para robarles, y la del grupo de altas personalidades, políticos, militares, jerarquías de la Iglesia, unidos en una organización de fuga de divisas a gran escala.
El problema de El beso del sueno, como suele ser habitual, no es la historia en sí, sino la forma de estar narrada. Nada funciona como debería, por ejemplo, desde pequeños detalles, como los trenes de Madrid a París donde actúa la ladrona, hasta las reuniones de la cúpula de la organización clandestina de trafico de divisas. Sin olvidar la falta de rigor existente en la posible psicología de los personajes y los motivos que les llevan a relacionarse unos con otros.
Por un lado, todo indica que la acción transcurre en la España actual, pero, por otro, hay tal cantidad de detalles irreales que parecen indicar lo contrario, que llega un momento en que se duda . Toda esta acumulación de pequeños y grandes detalles, de constante falta de rigor, tanto a niveles de guión como de dirección, hace que una historia que se pretendía realista, real, lo sea lo menos posible; la pretendida crítica social que debía encerrar no funcione en ningún momento, y los personajes sean marionetas que se mueven según la indecisa voluntad del realizador.
Todo resulta demasiado rápido, apresurado, como un borrador de lo que debía haber sido.
Babelia
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